“Mírate, tienes todo lo que cualquier mujer de tu edad querría: trabajo, buen sueldo, novio (a punto de ser marido), llegas a fin de mes y te sobra… Vives en una bonita casa que compartes con tu hermana, pero cada una ocupáis diferentes plantas, por lo que tienes independencia. Ella vive con su novio y tú de vez en cuando. Sales de fiesta cuando te apetece, no tienes que darle explicaciones a nadie, tu novio no te las pide, tu familia tampoco. Lo tienes todo y, sin embargo, aquí estás, tirada en el suelo del baño porque acabas de introducirte los dedos en la boca para vomitar y estás hecha polvo, en el fondo, odias vomitar, pero lo sigues haciendo. Ayer te pasaste con los dulces en el trabajo y hoy tienes que contrarrestar. Mírate, te das asco, un asco impresionante. Te sientes fatal y no es por esos kilos de más que, según tú, tienes, sino por esa obsesión que no te deja vivir, esa obsesión que te hace mirarte al espejo y verte aumentada por cuatro; o cuando vas a comprar ropa y, por cuestiones del fabricante, no te vale la talla cuarenta que es la que normalmente utilizas. Te comparas con las adolescentes que usan una treinta y ocho, sin darte cuenta de que ya no tienes esa edad, de que esa talla ya no la podrás volver a utilizar… ¡No! ¡No vomites otra vez! Ya no tienes nada qué vomitar, no hay nada en tu estómago. ¡Mírate, mírate!”.
“Toda tu vida has estado así, sobre todo a partir de los catorce años, los cambios hormonales te hicieron engordar, poco, pero esos kilos de más te marcaron. Te hacían comentarios de todo tipo, normalmente malos, por el hecho de haber engordado. Ibas a correr todas las mañanas, comías poco y adelgazaste, y de nuevo los comentarios: que si ahora estás mejor, que ya estabas muy rellenita, etc. Y ahí empezó tu enfermedad; sí, sabes que tienes una enfermedad, pero no quieres enfrentarla, el mundo te quiere delgada y esa es la única manera que conoces para lograrlo”.
“Un trozo de manzana no te saciará, ni hará que tu estómago deje de gruñir, pero es lo que dice Internet: agua y algo de fruta, y si comes más a vomitar, de lo contrario engordarás… Otro anuncio con súper modelos. Cambia de canal. Ahora uno de productos milagro. Cambia. Y en este de clínicas de estética. ¡Cambia! ¡Cambia! Todo está relacionado con lo mismo… Me voy a correr… No puedo, no tengo fuerzas”.
•••
Diez días después.
—Silvia, estás muy pálida, ¿te encuentras bien?
—Sí, tranquila… No hagas de hermana mayor, anda, que bastante tengo con mamá.
“Has mentido a tu hermana. No, no estás bien. Apenas comes y vomitas si te permites algún extra en tu escasa dieta. Estás llegando al límite de tus fuerzas”.
—¿Cuándo vuelve Víctor?
—Mañana, si no cancelan o retrasan su vuelo, que no sería la primera vez...
—He preparado macarrones, ¿quieres?
—No, gracias María, tengo ahí unas sobras de la cena de ayer y quiero apurarlas. Ya sabes que no me gusta tirar comida.
“Y de nuevo le mientes, estás deseando comer macarrones, tu hermana los prepara genial y en la nevera no tienes nada para evitar tentaciones”.
—Pero si es tu comida favorita, nunca te habías resistido a ellos…
—Bueno, no te pongas pesada, si te sobran, me guardas unos poquitos, pero no te pases…
—¿¡Sobrar!? ¡Me extraña! Ya sabes lo que come Luis, si no subes ahora, habrás perdido tu oportunidad de comer mis estupendos macarrones.
—El sábado me los preparas y comemos los cuatro, que hace mucho que no nos juntamos.
—Venga, de acuerdo, no te insisto más… Me subo.
“Y ahora lloras, ¿por qué? No te entiendo, si eres tú la que ha provocado esta situación, pues para, sé tú misma”.
—¡No puedo! ¡No puedo!
“Sí puedes, pero no quieres, tienes miedo a los comentarios de la gente, tienes miedo a que te llamen ‘gorda’, tienes miedo a que la ropa no te quede bien, tienes miedo a no ser como todo el mundo: con el cuerpo perfecto. Nadie lo es, nadie es perfecto, tú tampoco tienes por qué ser así, las modelos de la televisión viven para ello y normalmente están retocadas. Debes pasar de la gente, de los comentarios, del mundo que solo mira el físico de las personas. Mírate al espejo, se te notan las costillas, no podrás echarle la culpa al estrés del trabajo por más tiempo, estás llegando a tu límite. Pide ayuda, díselo a tu hermana… ¡Mírate!”.
—¡Mira, el espejo no miente, mira, estoy gorda, no se me notan las costillas. Cállate, deja de hablarme, cállate, cállate, cállate!
“No vomites de nuevo, no lo hagas, no te hagas esto”.
•••
—La ha encontrado en el momento justo, por su piel, su aspecto demacrado y sus uñas pensamos que sufre anorexia y bulimia. Se ha despertado, pero no dice nada coherente, está muy débil todavía. Le hemos puesto también un tranquilizante, lo necesita, tiene la tensión descompensada, los latidos del corazón, todo… Necesita hospitalización urgente. Por suerte, ha llegado a tiempo, unas horas más y estaría muerta.
—Muchas gracias, doctora. Estuve hace un rato hablando con ella y me quedé preocupada y por eso bajé de nuevo. Estaba tirada en el cuarto de baño y no respondía. Me he asustado mucho.
—Es para estarlo. Es una situación complicada la que se le presenta, la familia tendrá que ayudarla mucho para poder superarlo y, sobre todo, no dejarla sola para evitar que pueda vomitar de nuevo. De todas formas, ahora en el hospital ya le contarán mis compañeros todo el protocolo a seguir.
•••
—¡María! ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?
—En el hospital, Silvia. ¿Qué tal te encuentras?
—Estoy bien, quiero irme a casa.
—Ahora debes estar aquí, tienen que ponerte un tratamiento y poco a poco te encontrarás mucho mejor.
—¡Yo no necesito ningún tratamiento! Estoy bien, no me pasa nada.
—Por favor, Silvia. Puedes contarme lo que te ocurre, quiero ayudarte, pero primero tienes que quererlo tú, tienes que querer ayudarte. Por favor, cuéntamelo.
—¡No puedo más, María, no puedo más!
—Estoy aquí contigo, puedes sincerarte.
—Me veo gorda y me miro al espejo y me veo más gorda todavía, mi cabeza me dice que no es así y que pida ayuda, pero después me miro al espejo, me veo y tengo que ir corriendo al baño a vomitar. Tengo miedo, mucho miedo de no tener un cuerpo perfecto, de no ser perfecta. Quiero comer, pero no puedo, no puedo, no puedo…
—Tranquila, saldremos de esta y todo volverá a la normalidad, ya lo verás, simplemente haz lo que te digan los médicos, yo no te voy a dejar sola ni un momento, siempre podrás contar conmigo.
—¡Ayúdame, por favor, ayúdame!
•••
Tres años después.
“Hoy vas a dar un gran paso. Tu primera charla en un Instituto, que, además, has pedido tú poder darla. María y Víctor estarán contigo. Puedes hacerlo, no va a pasar nada. Hablar de tu problema, de tu enfermedad, contarlo, forma parte de tu terapia y hacerlo delante de muchos adolescentes es lo mejor para soltarte… ¡Sí! Ya te miras al espejo con ojos normales, con tus ojos, siempre te lo decía, pero te costó hacerme caso. Estás guapísima. Daba igual lo que te pusieras, con cualquier cosa estarías genial. Ahora sonríe, sonríe por todo lo que has logrado, por todo lo que has dejado atrás y por la vida, por tu futuro, que es mucho. Sonríe porque estás viva y puedes contarlo. Sonríe porque hoy empezarás a cambiar tu mundo y, quizá, el de alguna persona que está pasando por la misma situación que tú sufriste”.
—Y, por último, solo quería deciros que pidáis ayuda si lo necesitáis y que, por favor, no caigáis en la trampa de esta sociedad, una sociedad superficial que solo mira el físico; que presume de educación y valores, pero que es mentira. Siempre, siempre, siempre, lo importante sois vosotros. No hagáis caso a lo que os digan y, por supuesto, no hagáis o digáis cosas que a vosotros no os gustaría que os dijeran… Por suerte, gracias a la ayuda de los profesionales médicos, me he recuperado casi totalmente, y gracias a mi hermana María y a mi novio Víctor que han estado ahí apoyándome en todo momento. De no haber sido por todos ellos, hoy no estaría aquí, sería una víctima más del culto al cuerpo y de la hipocresía de una sociedad en la que se valora más el exterior que el interior de las personas.
Wowwww Merche! Has tocado puntos sensibles de tantas y tantas! Y aunque ahora no se hablaba tanto del tema porque siempre surgen otros, la cosa está allí, latente. Preocupa mucho está situación. Si la salud es el mayor tesoro, agredir el cuerpo y la mente de esta manera es terrible. Claro, es otra enfermedad. En este caso, como en muchos, hubo recuperación como desearíamos que fuera en todos. Te mando un abrazo fuerte 🤗🤗🤗
ResponderEliminarEs un tema recurrente, Maty, por desgracia y siempre la sociedad tiene la culpa, no hay que olvidarlo.
EliminarGracias.
Un abrazo. :)
Hola Merche, has tocado un tema bien triste e importante: los desajustes alimentarios por percepción. A esto abona mucho la publicidad, las modas, los "consejos" de gente mal informada, los grupos donde te "apoyan". Es muy difícil contrarrestarlos si la persona no acepta ayuda. Has escrito de forma brillante todo el proceso, lo bueno que en el caso de tu protagonista con un final feliz. Su arco me encanta porque al final no solo lo supera sino que ayuda a otras u otros a superarlo. Abrazo fuerte.
ResponderEliminarHola, Ana, pues sí, es triste y, por desgracia, siempre está latente.
EliminarGracias.
Un abrazo. :)
Hola Merche, un tema que por desgracia está muy a la orden del día, cada vez estas agresiones al cuerpo, empiezan a edades más tempranas, hay una cantidad impresionante de adolescentes con este problema, anorexia, bulimia... la sociedad, las redes, la moda, donde parece que si no tienes una talla 36 estás gorda, no ayudan nada a estas mentes que aún se están formando. Es un problema muy difícil para la persona y la familia.
ResponderEliminarConozco una persona que tiene este problema en casa con una hija de tan solo 14 años y es un infierno, es una enfermedad que acompaña siempre, aunque se mejore, el riesgo de recaída está ahí.
Muy bueno Merche.
Un abrazo.
Hola, Mari, así es, por desgracia, muchas personas lo sufren, lo que pasa que hay tanto "comercio" alrededor que es difícil ponerle solución.
EliminarGracias.
Un abrazo. :)