Se alojó en aquella casa extraña sin saber muy bien por qué. Había decidido desconectar de la rutina diaria y, de repente, esa casa surgió delante de su coche en la carretera que había cogido para escapar no sabía a dónde.
En la puerta había un cartel enorme que rezaba: pensión, abierto; y entró. Un hombre de mediana edad, con boina típica de la zona y aspecto siniestro salió a recibirlo. Al parecer no se hospedaban más huéspedes y el señor, muy cortés, le enseñó su habitación, en el primer piso del edificio. Era un cuarto pequeño, con lo imprescindible y un lavabo, el resto del baño se encontraba al final del pasillo. Aparentemente, todo estaba decente, las paredes amarilleaban un poco y la instalación eléctrica se notaba vieja y obsoleta, no obstante se podía usar y estar de una manera más o menos confortable. El señor le dejó una llave enorme y le comentó que él se alojaba al lado de recepción por si necesitaba cualquier cosa.
Todo iba bien hasta que intentó dormir, la cama no era el inconveniente, sábanas desgastadas y un colchón de muelles bastante incómodo, pero esperaba que el cansancio del día al volante le permitiera dormir; no fue así, en cuanto cerró los ojos, extraños ruidos aparecieron, los cuales provenían del techo y de las paredes, similares al agua corriendo. Comprobó que en el lavabo estaba todo correcto y que, a simple vista, no había nada en el resto de la habitación, ni siquiera en el baño del fondo del pasillo, y como era el único inquilino, nadie debería estar usándolo, al menos en la planta en la que se encontraba.
Volvió a la cama y, de nuevo, al cerrar los ojos otra vez apareció ese rumor de agua. Decidió no darle importancia y concentrarse en descansar, al fin y al cabo parecía como si estuviese durmiendo al lado de un río. Y se durmió.
En mitad de la noche, el frío y la sensación de humedad lo despertó. Abrió los ojos buscando algo con lo que cubrirse cuando descubrió, para su sorpresa, que todas las cosas flotaban y que el agua llegaba ya hasta el colchón. Absorto, salió de la cama lanzándose al agua fría que cubría la habitación, con el propósito de buscar la puerta y, cuando llegó a ella, ya empapado completamente, intentó abrirla, pero le fue imposible; llegó, como pudo, al lado opuesto de la habitación e intentó lo mismo con la ventana, con idéntico resultado. Volvió a la puerta, asustado, y comenzó a gritar dando fuertes golpes en la misma. Nadie acudió en su auxilio. Intentó averiguar de dónde venía el agua, no encontró nada. Desesperado, tiró la silla contra los cristales de la ventana, la silla se rompió, pero los cristales quedaron intactos. Probó otra vez con todo lo que tenía a su alcance, no consiguió romperlos y el agua ya le llegaba al cuello.
Al día siguiente, el periódico local abría su edición de la siguiente manera:
La casa encantada se gana otra víctima. El dueño declara no haber visto nada. La policía asegura que la víctima sufrió un infarto…
Chulo el relato😘👏
ResponderEliminarGraciassss :)
Eliminar¡Wow! ¡Enhorabuena! ¡Se me ha hecho corto! Ya sé, es un microrrelato... ¡¡¡Pero está genial Maestra!!! Tu amiga Marian Bonilla ♥ Besos!!!
ResponderEliminarMuchas gracias Marian, se agradecen tus palabras :) :-*
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