Relato para El Acervo de Letras
―¿Y tú qué miras? Acaso te crees que porque esté en esta pecera asquerosa vas a poder cogerme… Que vas a meter una de tus zarpas y me vas a atrapar porque no tengo dónde esconderme. ¡Atrévete! ¡Venga, hazlo, valiente! Y deja de mirarme con esa sonrisa burlona…
―Qué confiado estás, pececito, ¿te piensas que estás en el mar? Solo necesito una de mis uñas para atraparte.
―Eso si te atrevieras a meter tu peluda pata, pero como no te vas a atrever, ni con una ni con todas tus uñas podrás atraparme.
―¿Y por qué no me voy a atrever? ¿Me has visto? Te duplico el tamaño y, como te digo, una única uña bastaría para acabar contigo. Después te sacaría del agua y…, ¡muerto! Un buen bocado.
―Tú lo has dicho: agua, estoy rodeado de agua, agua cristalina, pura, llena de burbujas y que, además…, ¡¡¡moja!!! Se te llenaría tu adorada uña de agua, de ese líquido envolvente al que tanto odias. ¡Venga, valiente, mete la pezuña si te atreves!
―¿Sabes? Quizá no te has dado cuenta de ese pequeño detalle, pero no tengo necesidad de meter mi pezuña en el agua… Un toquecito a tu linda pecera y esta rodará por el mueble derramando todo tu líquido elemento y, después, ¡zas! ¡Serás mío!
―Eso si puedes, confías mucho en tus fuerzas y estoy seguro de que no harás que se derrame ni una sola gota. Mírate, estás gordo, fofo, hace años que no cazas ni a un ratón; pero si te cuesta subirte a los muebles, ¿qué esperas hacer, escuálido misifú?
―Eres un prepotente, insolente y embustero, sabes perfectamente que sí puedo, pero estás jugando conmigo y eso es lo peor que podías hacer…
―¡Plutón, deja la pecera tranquila y bájate de ahí! Todos los días igual, como sigas así de acosador con el pez de María, duermes en el patio…
―¡Miau!
―¡No, no me hagas la pelota ahora, que sabes que tengo razón! Tienes que tener al pobre pez atormentado con tanto atosigamiento, como se muera del susto te enteras…
―Eso, misifú, por aquí ni subas, que ya estoy harto de verte, lo mismo me paso un par de días en el fondo a ver si así te castigan de verdad y no vuelvo a verte.
―¡Miau! ¡Amo, yo no tengo la culpa, es él el que me provoca! Se me queda mirando con su cara de pez y…, ¡¡¡no puedo, me pone de los nervios!!!
―¡Se acabó! Al patio, a ver si allí te encuentras con algún ratón y cambias de presa.
―¡Miau!
Jajaja qué lindo Merche. Me trae la lección de saber la valía que se posee, y el recuerdo de la escena tal cual la pintas en casa, justo en el lugar donde ocurre lo que he publicado hoy y que Bloguers no me deja (le he pedido ayuda a Julián). Vi esto tantas veces! Pero nunca imaginé al pececito tan seguro de sí mismo. Un abrazo grandote!
ResponderEliminar¿Qué pasó en bloguers, Maty? ¡Ahora voy!
EliminarMe alegra que te gustase.
Gracias.
Un abrazo. :)
¡Buenísimo, Merche!
ResponderEliminarLe has sacado un gran partido a la imagen.
Entre el pecesito chulezco y el gato bravucón me has regalado una sonrisa y eso es un grandísimo regalo en estos días de tanta caló y bochorno. Muchísimas gracias. 🥰
Nunca he tenido un gato, pero sí un gran acuario. No tuve la suerte de que me hablaran, me habrían resuelto muchas dudas. 😜😅😂
Muchas gracias por regalarnos este divertido cuento. Mucho arte contenido en tan pocas líneas. Felicidades.
Abrazo Grande.
¿En serio? Mira que quedó muy simple.
EliminarYo también tengo un acuario y no me gustan mucho los gatos, de ahí el relato, jeje.
Gracias.
Un abrazo. :)
Hola Merche, me gustó tu relato. Me gusta el tono en el que das la historia, hace que uno sonría imaginando la escena. Me gustó y lo disfruté. Un gran aporte al VadeReto. Abrazo fuerte.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana. Me alegra que lo hayas disfrutado.
EliminarUn abrazo. :)