29 julio 2024

Una receta extraordinaria, tercera parte.

 



Primeros capítulos de esta historia aquí: enlace.




3


Lucía y Mario no salían de su asombro, pero tenían miedo por cómo reaccionaría su padre. Este, al igual que su abuela, tenía magia, sin embargo, optó por no acogerla, como hizo su abuela. “¿Se creerá la historia del duende?”, pensaban.

Su abuela era partícipe de contárselo, no podían irse a vivir con ella sin que él lo supiera. Su madre, por desgracia, falleció al poco de nacer Mario y su padre ejercía de madre y padre lo mejor que podía. Siempre estaba pendiente de ellos y, según les había contado, antes de su llegada, él viajaba mucho por cuestiones de trabajo, pero cuando nació Lucía dejó el trabajo para dedicarse a ella y a su mujer. Lucía y Mario preferían contarle una “mentira pequeña”, como ellos decían, para que les dejaran vivir con su abuela. Esta, al igual que Pedro, su hijo y padre de Lucía y Mario, vivía sola; su marido murió al año de morir su nuera. Sus nietos fueron para ella un estímulo para superar la tristeza, al igual que para Pedro.

Sus cavilaciones cesaron cuando sonó el teléfono.

―Pedro, hijo, ¿qué tal? Justo estábamos hablando de ti. ―Mientras ella contestaba el teléfono, Lucía y Mario le hacían señas para que no explicara nada.

―Sí, Lucía está un poco mejor, pero ahora ha empezado Mario, se lo ha contagiado… No, no es necesario que vengas, están bien… Si le sube la fiebre demasiado te llamo… Sí, no te preocupes. ¿Quieres hablar con ellos? ―En ese momento, Lucía y Mario comenzaron a toser, no querían, todavía, hablar con él hasta que no supieran qué tenían que decirle. ―Sí, están algo roncos, será mejor que no fuercen la voz. Llama luego más tarde.

―Bueno, pues a dormir un poco, cuánto más descanséis, antes se curará ese resfriado… Pensaremos todos detenidamente cómo decírselo a vuestro padre.

―¡Abuela! ―Exclamaron los dos al unísono.

―¡A dormir!




A 150 kilómetros de distancia, Pedro sonreía después de hablar con su madre. Sin dejar el teléfono, marcó otro número.

―Luna, ¿qué tal ha ido? ―Al otro lado del teléfono, la bruja Luna le atendió la llamada con determinación―. No, no me han contado nada, ¿lo harán? Mi madre sí creo que me lo cuente, ellos no sé, es algo demasiado maravilloso y deben estar muy sorprendidos… Ja, ja, ja, un nombre original sí, crear un duende es lo mejor de todo, después ya la cosa se complica… Gracias por todo, seguiremos en contacto.



En el bosque, cerca del gran roble, la bruja Luna guardaba su intercomunicador, ella prefería este aparato a un móvil normal y corriente como el de los humanos. Con él, no solo se podía comunicar con los mortales, sino también con los grandes magos, hechiceros, semidioses y otras criaturas fantásticas que habitaban el mundo de la magia. De igual forma, le sirvió para conocer que, por fin, Lucía y Mario habían encontrado el libro de las recetas mágicas. Tal como Elena, su abuela, y Pedro, su padre, encontraron en su momento. La primera prefirió abstenerse de ese mundo, pero Pedro lo acogió, era inevitable, tenía un gran destino en el mundo de la magia, él era y es el gran mago, sucesor del rey de los magos cuando este abandone el mundo de los vivos.



(Continuará)



Mercedes Soriano Trapero
Fotos: pixabay


12 comentarios:

  1. Qué bien mezclada, el mundo fantástico de las brujas, la tecnología. Un mundo mágico que se comunica por el intercomunicador. Un abrazo

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    1. Un intercomunicador mágico, claro está, no era cualquier cosa, jeje...
      Gracias, Nuria.
      Un abrazo. :)

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    2. ¡Y todavía continúa! Qué emoción. Me está encantado, y más. Es que es Merche, claro. Abrazos!

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    3. Jajaja... Muy bueno, Maty.
      A ver hasta dónde llega la historia.
      Gracias.
      Abrazos. :)

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  2. Sigue y sigue para el deleite de quienes lo leemos , abrazo Themis

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  3. Buenísimo Merche, acá sigo leyendo esta historia tan agradable. Saludos.

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  4. Una familia al completo de magos. Da mucho juego esta historia. Un abrazo.

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  5. Va tomando fuerza y nuevos caminos esta historia, Merche.
    Un fuerte abrazo :-)

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