¡Hola!
Continúo participando en el reto de la web Letrarium, esta semana toca fantasía, en los dados me han salido las palabras que aparecen debajo de la primera foto, esta vez tenían que ser ocho palabras y mi relato se basa en ellas y en la temática que ya he comentado. Total: 936 palabras (no había que superar las mil).
¡Gracias por leerme!
Perdidos en el bosque
—¡Nos hemos perdido, Peter! ¡Asúmelo! Llamaré a emergencias para que vengan a rescatarnos. —Comentó Evelyn preocupada.
—Ha sido la brújula, no sé por qué ha dejado de funcionar.
—¡Peter, mi móvil se ha quedado sin batería y no se enciende! ¡Qué raro! Juraría que lo traía a tope de carga. Déjame el tuyo.
Peter cogió su teléfono del bolsillo y se quedó blanco al comprobar que tampoco funcionaba. Miró a Evelyn y ambos se tomaron de las manos, asustados. Estaban perdidos, en medio del bosque, sin ningún tipo de comunicación y sin ninguna orientación. Tenían comida y agua para un día aproximadamente, tendrían que racionarla, pues no sabían cuánto tiempo estarían allí.
Solo veían árboles a su alrededor, grandes ejemplares con enormes ramas que se entrelazaban dejando que apenas un rayo de sol se colara entre ellas; delante un sendero angosto del que no se veía continuación, tampoco por detrás, por donde supuestamente habían venido. El viento mecía las ramas con suavidad, algún cuervo de mal agüero graznaba cerca de ellos, temían que llegara la noche y los posibles animales salvajes que allí hubiera, salieran a comérselos. Eran presa fácil.
Decidieron seguir andando, no salirse del camino y estar atentos, a los ruidos y a los peligros que pudieran encontrarse. Avanzaban cogidos de la mano, sin hablar, con la esperanza de que pronto saldrían de allí y sin querer admitir que algo raro ocurría cuando los aparatos electrónicos habían dejado de funcionar y, ni siquiera, el botón para llamar a emergencias funcionaba.
De repente, al echar el paso, ambos cayeron por un agujero, cuya entrada estaba tapada por las hojas secas de los árboles.
—¿Estás bien? —Preguntó Peter levantándose y ayudando a su novia, que permanecía aún en el suelo.
—Sí, creo que sí, ¿de dónde ha salido ese agujero y dónde…? —Evelyn se calló al ver lo que se alzaba tras Peter. Este, al ver su expresión, se giró inmediatamente.
Una gran pirámide se encontraba delante de ellos, rodeada de vegetación y algunas rocas, había surgido de la nada igual que el agujero por el que habían caído; este les había llevado hasta ella y, ahora, una fuerza que no comprendían les invitaba a entrar en la misma. Sin decir nada, se dirigieron hacia su entrada, con miedo, pero expectantes por lo que acababan de descubrir. Flanqueaban la entrada dos leones tallados en la piedra; el león de las derecha tenía su boca abierta, expresión de furia y una mirada feroz, llena de ira; sin embargo, el de la izquierda se mostraba tranquilo y sus grandes ojos aportaban serenidad, calma, paz. Sin duda, había que fijarse en este si se quería entrar.
Empujaron levemente la puerta y esta se abrió, parecía que los estuvieran esperando. Antorchas en sus paredes iluminaban el camino hacia una sala, el centro justo de la pirámide. Conforme avanzaban, pudieron ver cómo una luz cegadora les hacía entornar los ojos. Dicha luz provenía de una bola de cristal que, sobre una tarima, emitía toda una serie de luces diferentes. Cuando se acostumbraron a su potente brillo, fueron a contemplarla, totalmente maravillados.
—Si es una bola mágica, podrá enseñarnos el camino de vuelta a casa. —Indicó Evelyn con alegría.
—¿No será peligroso? —Preguntó Peter, aunque sabía que pocas opciones más tenían.
Evelyn se encogió de hombros y, sin pensarlo más, juntaron sus manos y las aproximaron hacia el cristal. Rápidamente, notaron su fuerza, su luz, su magia y se sintieron, de pronto, tranquilos, serenos, como el león que habían visto en la entrada. Entonces, la bola se tornó azul y un holograma apareció por encima de ellos. Sorprendidos, Peter y Evelyn no apartaron sus manos, no tenían miedo, confiaban en aquella figura, lo sentían.
—¡Sed bienvenidos a la pirámide del bosque mágico! Soy el hechicero Maggus, constructor de la misma y su guardián, ¿en qué puedo ayudaros?
—¡Hola! Somos Peter y Evelyn, nos hemos perdido y necesitamos que nos explique cómo salir de aquí. —Solo Evelyn fue capaz de hablar, pues Peter, con la boca abierta, intentaba asimilar lo que estaba ocurriendo.
—Eso lo sé, no sería un buen hechicero si no lo supiera. También sé que tenéis el espíritu del león sereno con vosotros, de lo contrario ya habríais muerto, pues vuestras intenciones no hubieran sido buenas. Otros como vosotros solo han querido robar mi bola de cristal y mancillar el lugar… Vuestro espíritu es noble, pero repito mi pregunta, ¿en qué puedo ayudaros?
Ellos se miraron con incertidumbre, solo querían salir de allí.
—Quizá es un genio o algo así y concede deseos, es mágico, ¿no? —Susurró Peter al oído de su novia.
—¿Y qué quieres que pidamos entonces? Yo solo quiero, en este momento, salir de aquí…
—No temáis, vais a salir de aquí, aunque luego no recordaréis nada de lo acontecido. La magia del bosque mágico os acompañará siempre, continuad siendo humildes y con buen corazón y la vida se encargará de recompensaros. Pocos son los que hablan conmigo y pocos los que son dignos de conocer el secreto de la pirámide, el cual estáis viendo; ya solo por eso vuestra recompensa será grande. —Y diciendo esto, desapareció.
Con una sonrisa y una alegría indescriptible, Peter y Evelyn se abrazaron y al abrir los ojos de nuevo se encontraron fuera de la frondosidad del bosque y cerca del camino que los conducía hasta su coche.
—¡Qué alegría reconocer el camino! Por un momento pensé que nos habíamos perdido. —Comentó Evelyn saltando de alegría.
—Ha sido una bonita excursión, ¿verdad? ¡Qué gran lugar!
—¡Sí! ¡Lo recomendaremos!
El hechicero, en algún lugar de su pirámide, sonreía.
Mercedes Soriano Trapero
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