22 septiembre 2022

El Ángel Negro.

 

     ¡Hola!

     Hemos llegado al final del reto Letrarium, esta semana tocaba terror, otro reto para mí, sin duda, y además me ha costado, lo reconozco, no solo ponerme a escribir, sino también conforme avanzaba en la escritura y, está mal que lo diga, pero deseaba terminarlo. Había que poner 15 palabras, las dispuestas en los dados (segunda foto) y no superar las 1300 palabras (me he quedado en 814). No os preocupéis, no da miedo, mi crítico personal me ha dicho que no da miedo, aunque a mí me ha dado ansiedad al escribirlo...

    Me ha encantado realizar este reto de Letrarium, las seis semanas y los seis escritos, y tengo que agradecer a Mario, creador del mismo y de Letrarium, que diseñe este tipo de actividades y nos haga retarnos a nosotros mismos, porque de eso se trata, de retarnos. A mí me ha servido muchísimo, para retarme, para escribir otros relatos, para acomodarme a unos patrones y seguirlos y para demostrarme que si quiero puedo, que si me lo propongo puedo escribirlo, luego ya diferente será el resultado, pero lo importante siempre es el proceso. Desde aquí, por tanto, se lo agradezco infinitamente y mi próximo libro, que espero salga en octubre, llevará un poquito de estos retos, sobre todo de uno en concreto, el que más he disfrutado escribiendo y del que no sabía que era capaz de hacer. No adelanto más, ya lo veréis, espero, en breve. Indirectamente, estará dedicado a Letrarium.

      ¡Gracias Mario! ¡Gracias Letrarium!

      Espero que os guste.

      ¡Gracias por leerme!





El Ángel Negro

Sintió un escalofrío y se despertó. Tenía el cuerpo magullado, entonces recordó lo que había pasado: recorría un prado cercano, al atardecer, buscaba algunas señales paranormales, pues se estaba documentando para un nuevo libro que engrosaría su lista de libros dedicados al más allá de su ingente biblioteca personal. En ese prado ocurrían sucesos anormales, por la mansión que lo guardaba, construida en plena Edad Media y que se conservaba, misteriosamente, intacta, a pesar de todas las leyendas que circulaban en torno a ella. De repente, se hizo de noche, una niebla densa se impuso, acompañada de un huracán, cuyos vientos hacían más densa si cabe la niebla. No veía nada. Alguien o algo comenzó a disparar, salió corriendo, a ciegas, tropezó con los escalones del edificio, un ángel negro con grandes alas escoltaba el inicio de la escalinata. Los disparos continuaban, no podía ver y el miedo crecía. La puerta entornada de la mansión le incitó a pasar a su interior. Lo hizo, no le quedaba otra. Dentro, una luz tenue le dejaba ver lo que allí había; en el exterior, el remolino de vientos hacía temblar los cristales.

Tantos rumores había oído de aquel edificio que nunca se había atrevido a pasar y, ahora, estaba dentro. Todo era muy extraño: la forma en que la niebla había aparecido, el huracán, ese ángel… Estaba acostumbrado a lo paranormal, a hechos inexplicables, pero sentía miedo, quizá por primera vez en su vida, el terror lo embargaba, alimentado por las miles de leyendas que recorrían el lugar.

Trató de recomponerse y recorrió el vestíbulo, el cual estaba lleno de armaduras, muy bien conservadas, algunas portaban una lanza, otras un hacha. Al final del pasillo, otra vez el ángel negro de las escaleras, con sus grandes alas, pero, esta vez, con un cetro entre las manos. Su mirada era misteriosa y, a la vez, hechizante, no podía dejar de mirarla. De pronto, el aire abrió la puerta de golpe, de nuevo los disparos se oyeron y las estatuas comenzaron a tirar las lanzas y las hachas unas a otras y él, en medio. Sin poderlo evitar, alguna rozó su cuerpo, no podía hacer mucho, no había nada con lo que protegerse, se arrimó aún más al ángel, presionando el cetro, que, al accionarse, abrió una trampilla en el suelo, haciéndolo caer a una habitación desierta. Por unos instantes, perdió el conocimiento.

No sabía qué hora era, no oía nada, ni el viento, ni los disparos, ni las armaduras, solo sentía frío, mucho frío, el que le había hecho despertar. Alguna de sus heridas sangraba, no comprendía cómo había salido vivo de todo aquello, aunque, al mismo tiempo, se preguntaba para qué, si había caído en aquella cárcel, sin puerta ni ventanas de la que, quizá, no podría salir nunca más. Acababa de morir en vida, él que a veces se había reído de los fantasmas, que se jactaba ante los amigos de que nada ni nadie le daba miedo, que leía todos los libros de terror que caían en sus manos y que, de repente, había sucumbido a su propio juego. Llorando, evalúo su situación: no había escapatoria posible. Gritó hasta quedarse sin fuerzas, pero lo peor estaba aún por llegar.

Sentado en un rincón, con la cabeza entre las piernas, sollozando, percibió una voz de ultratumba cuyo eco, poco a poco, se hacía más y más perceptible:

—El que profana al ángel de la noche, provoca un sacrilegio. Su osadía le costará la vida.

Temblando, alzó los ojos buscando al dueño de esa fantasmagórica voz, pero no había nadie allí, o al menos, él no percibía ninguna presencia. Sin embargo, esa frase continuó repitiéndose cada poco tiempo, muy despacio, haciéndose más cercana. Se estaba volviendo loco.

—¡Mátame ya! ¡Hazlo!

Se balanceaba en su postura, nervioso, y la voz seguía, y su miedo y locura aumentaban.

De pronto, una sacudida fuerte de la habitación le hizo levantarse, después una luz inundó el lugar y el ángel negro apareció ante él. Era una figura traslúcida, similar a una estatua de niebla, en sus manos llevaba una espada y, suspendido en el aire, se dirigía hacia él repitiendo:

—El que profana al ángel de la noche, provoca un sacrilegio. Su osadía le costará la vida.

Miedo, lágrimas, respiración entrecortada…

—El que profana al ángel de la noche, provoca un sacrilegio. Su osadía le costará la vida.

La cabeza le iba a estallar, el corazón también, temblaba…

—El que profana al ángel de la noche, provoca un sacrilegio. Su osadía le costará la vida.

Justo delante de él, el ángel levantó su espada y con un movimiento certero e imposible de esquivar, la hundió con saña en su corazón.

Ahora, él es el ángel negro, el ángel de la noche, y hasta que otro incauto incrédulo caiga en aquella mansión, vagará por ella por los siglos de los siglos.


Mercedes Soriano Trapero
Foto: pixabay

4 comentarios:

  1. Wow! Me ha gustado mucho!!! Enhorabuena!!!

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  2. Vaya! Ya hemos caído dos en la zona de comentarios... ¿podremos salir?
    Besitos 😘

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    1. Jeje, espero que no, que no salgáis... Abrazo y beso ratonet. 😘😊

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