La leyenda del rey.

 

Cuento para el blog El Acervo de letras

Nolam abandonó el pueblo llorando. Su vida acababa de morir, sus padres adoptivos lo habían repudiado y él tenía que salir de allí antes de decir lo que su corazón y cabeza sentían, palabras que se merecían pero de las que luego se arrepentiría, todavía conservaba el sentido común.

A sus 17 años tendría que empezar desde cero, nada llevaba y, de momento, nada necesitaba, excepto comida. Sabía trabajar bien, era lo que había hecho toda su vida, obligado por el autoritario padre y, a escondidas, leía y estudiaba todo lo que en el colegio le mandaban, aunque luego suspendiera. No pudo engañar, sin embargo, a sus profesores, que sabían que debajo de esa fachada de pasota, se escondía una mente brillante y así se lo comunicaron a sus padres lo que provocó el estallido final y su huida de la casa. Ellos no querían una mente brillante, querían a un rudo analfabeto que supiera lidiar con su ganado, esos que sus dos progenitores dirigían como dos más de sus cabezas. Nunca quisieron a un hijo, querían a un burro de carga.

Nolam terminó asumiéndolo y se fue de allí para no volver nunca más.

Con lo que los bosques le daban, pudo subsistir hasta llegar a un poblado, más al norte, a considerable distancia del que había dejado, para encontrar trabajo y alojamiento. Iba tan sucio, rotas sus ropas, descalzo y mugriento, que nadie se atrevía a hablar con él. Pasó su primera noche en ese pueblo en un establo. Echaba de menos sus libros y cuadernos, pero no quería lamentarse, quería tener confianza en su futuro. Cansado, pudo dormirse enseguida, hasta que una voz lo despertó.

—Despierta, Nolam, despierta.

—¿Quién es? No veo a nadie.

—Tienes que regresar al bosque, alguien te espera allí...

—¿Cómo sabes mi nombre? Deben ser alucinaciones, quizá estoy soñando... Volveré a dormir.

Nolam se volvió en su cama de paja, pero la voz siguió, solo él la oía, porque los animales estaban tranquilos.

—Debes ir al bosque, te esperan.

—Pero... ¿quién eres? No te creo.

—Confía en mí, ve al bosque y busca el claro en el que la luna llena lo ilumina.

No tenía nada que perder, tampoco pensó en si podía ser peligroso y siguió las indicaciones de esa extraña voz. Tal como le había dicho, había luna llena esa noche y no había nubes. Los rayos de la luna iluminaban el bosque como si fuera de día, le señalaban el camino por el que debía transitar y él se dejó llevar por ella.

Tras media hora andando, divisó el claro en el que la luna dejaba caer toda su luz y allí, en medio del mismo, un animal majestuoso dormía plácidamente. Nolam, temeroso, se acercó a él, tenía el mismo color de la luna y estaba cubierto de escamas, las cuales brillaban mandando destellos plateados a todos los árboles alrededor del claro. Dos pequeños cuernos descansaban sobre unos grandes ojos, cerrados, y, más abajo, el contorno de una boca enorme se adivinaba. De su cabeza partía una gran cresta de escamas que terminaba en una larga cola cuyo final se asemejaba a una lanza. Su panza, así como un lado de las patas, era blanco, con ligeros toques negros. Lo que más imponía era las dos inmensas alas que descansaban a ambos lados de su cuerpo, unas alas poderosas que, con toda seguridad, le harían surcar los cielos de una manera asombrosa. Nolam pensaba que era el animal más bonito que había visto jamás y no podía ser otra cosa nada más que...

—Se llama Platinum y es tu dragón, te esperaba, has tardado 17 años en venir...

Otra vez la voz se inmiscuía en sus pensamientos y, por un acto reflejo, miró a la luna que en lo alto parecía hablarle. "¿Mi dragón?", pensó, "¿los dragones existen?".

En ese momento, el animal abrió un ojo y bostezando se despertó, lo superaba en altura y su envergadura casi superaba el pequeño espacio de aquel claro.

Nolam lo miraba asustado y el dragón bajó la cabeza, lo olisqueó y se agachó poniéndose a su altura.

—Tú y yo nacimos en este claro el mismo día y a la misma hora, somos hermanos. Tú has vivido entre humanos y yo con los dragones. Ahora nuestro futuro será común, pues ambos debemos luchar por aquello que te pertenece, que nos pertenece, nuestras tierras.

A Nolam le dio un vuelco el corazón, de repente se enteraba de cosas que ni en sus mejores sueños hubiese esperado. Y de una manera estúpida, como él mismo pensó luego, pidió al dragón que le pellizcara para saber si estaba soñando. Y Platinum le mordió el brazo dejando sus colmillos señalados en el mismo. Ese sería su vínculo con el dragón, con su dragón.

Después se enteró de que ambos eran hijos de la luna y de que tendrían que luchar juntos para recuperar las tierras del norte que pertenecían al antiguo rey Nolam, su padre, muerto injustamente por los caballeros de la daga roja con el dragón negro Vestom a la cabeza.

La leyenda del rey Nolam hijo y su dragón Platinum había comenzado.

Mercedes Soriano Trapero

Para el VadeReto