02 octubre 2025

La aurora de Nueva York.

 

Relato para el Tintero de Oro



Me pinchan las antenas y los rascacielos inmensos con sus punzantes torres. ¿Por dónde entro? No tengo huecos. Por allí, por allí veo los árboles que me acariciarán con sus ramas y radiantes hojas, qué verde más bonito tienen, no los había visto iguales en otro sitio… ¡Han desaparecido! ¿Dónde están? ¡Era una imagen! Una imagen proyectada en uno de esos edificios enormes de esta urbe. Me eclipsa hasta a mí. No debería aparecer, si los humanos no me esperan, tienen una noche artificial que se vuelve claridad con las luces, los espejos… Huele mal, hay humo, necesito respirar… Se me hace tarde, pero, ¿por dónde entro?



―Mamá, ¿no debería haber amanecido ya? ¿Y la aurora, y el sol, dónde están?

―Yo qué sé, hija, vaya preguntas me haces, ¿has acabado de desayunar? Siempre vamos con prisas. ¡Quítate de la ventana!

―Pero no hay sol…

―Serán las nubes, hija, habrá tormenta, yo qué sé… Venga, rápido, que vamos a llegar tarde…




―El tráfico se ha vuelto loco, sargento, ¿llamamos al ejército? ¿Se lo comunicamos al presidente?

―¡Cállate! No tendrá otra cosa el presidente que preocuparse del tráfico. ¿Qué ha pasado con los semáforos? ¡¿Alguien me lo puede explicar?!

―No han funcionado, señor, no sabemos por qué…

―¿Y el día, no debería ser de día?

―No sé, señor, habrá tormenta…

―Da igual, rápido, llama a todos, hoy servicio doble.




―Señor presidente, siento molestarle, pero hay un problema en la ciudad de Nueva York.

―Espero que sea importante, tengo un partido de golf en cinco minutos.

―Ha sufrido un colapso, los semáforos y demás señales han dejado de funcionar. Y, es más, no ha amanecido, aquí tampoco como puede comprobar.

―¿Que no ha amanecido? Será porque hay nubes, deje que me asome a la ventana… ¡Ah, es cierto, no hay nubes, pero no está el sol! Hoy el tiempo daba despejado, de ahí mi partido. Llama al pentágono, es urgente.

―Pentágono, dígame señor presidente.

―Hay un problema con la aurora, con el sol, con los semáforos, ¿qué ocurre?

―No lo sabemos, señor, nuestros sistemas no han detectado nada.

―Pero, ¿cómo que no han detectado nada? ¿Y la CIA?

―No ha comunicado nada, señor, nadie sabe nada.

―¿Cómo que nadie sabe nada? Un país como el nuestro tiene que saber qué está pasando… ¿El resto del mundo está igual? ¿Los rusos tienen sol?

―Me temo que sí señor.

―Que sí, a qué…

―A todo señor: no sabemos nada y los rusos están disfrutando de un sol radiante.

―¡No puede ser! Esto son los extraterrestres, porque un satélite mandado por Rusia se queda grande para ellos.

―¿Y los chinos, señor?

―Demasiado sofisticado para ellos también. Me temo que tenemos una nave nodriza encima de nuestro país, estoy seguro.

―¿Y qué hacemos señor?

―¿Y usted me lo pregunta? Y yo qué sé…

―Señor, usted es el presidente.

―Comuníqueme con ellos, rápido.

―¿Cómo, señor? No hemos detectado ningún tipo de señal extraña.

―¿Es que todo lo que tengo que resolver yo? Si no han detectado señales, entonces no hay vida extraterrestre encima de nuestras cabezas, ¿puede ser?

―Puede ser, señor, es un buen razonamiento.

―Entonces comuníqueme con la aurora, con el sol, con ese que se encarga de que el día aparezca.

―¿Con Dios, señor?

―No, con ese no, que lo tengo ocupado en otras historias, necesito el Nobel de la Paz.

―¿Con el sol, señor?

―Con ese, ya mismo.

―Es el astro rey, señor, no sé…

―Como si es Perico el de los palotes, ¡a mí con reyes, a estas alturas de mi vida!

―No sé si…

―¡Cuántos problemas de verdad! ¡Yo solo quiero jugar mi partido de golf! Bueno, pues comunícame con ella, con la aurora, las mujeres se me dan mejor, me las camelo enseguida.

―No hemos localizado su número. Creemos que no tiene.

―No me lo creo, ¿cómo alguien, en pleno siglo XXII, no va a tener teléfono?

―XXI, señor, siglo XXI.

―¡Da igual el siglo! Gobernaré en él también. Quizá tiene redes sociales, ¡búsquenla! ¡Rápido!

―Nada, señor, no la encontramos.

―Esto no puede ser cierto, esto no me puede estar pasando a mí, a mí, el presidente de los Estados Unidos de América, el próximo Nobel de la Paz, el genuino, el auténtico, ¡esto no puede ser cierto! Seremos el hazmerreír de todo el planeta… Un momento, se me está ocurriendo una idea estupenda. ¡Rápido! ¡Carguen el Air Force One con todas las luces que tengamos disponibles! ¡Crearemos una aurora nueva para todo el país si es necesario!




¡Agua! Me colaré por este lago, estos árboles sí parecen de verdad. Aquí puedo respirar, hay naturaleza, hay vida, no hay edificios inmensos. Llego con mucho retraso, espero que nadie lo haya notado. Por hoy, Nueva York se ha librado de permanecer a oscuras. Sol, despliega tus rayos que de nuevo amanece en la ciudad.




Mercedes Soriano Trapero
Para el blog el Tintero de Oro



Relato inspirado en el poema La aurora del libro 

Poeta en Nueva York de Federico García Lorca


La aurora de Nueva York tiene

cuatro columnas de cieno

y un huracán de negras palomas

que chapotean las aguas podridas.


La aurora de Nueva York gime

por las inmensas escaleras

buscando entre las aristas

nardos de angustia dibujada.


La aurora llega y nadie la recibe en su boca

porque allí no hay mañana ni esperanza posible.

A veces las monedas en enjambres furiosos

taladran y devoran abandonados niños.


Los primeros que salen comprenden con sus huesos

que no habrá paraíso ni amores deshojados;

saben que van al cieno de números y leyes,

a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.


La luz es sepultada por cadenas y ruidos

en impúdico reto de ciencia sin raíces.

Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes

como recién salidas de un naufragio de sangre.




2 comentarios:

  1. Jajajajajajajajaaj, Merche ¡¡¡¡¡Buenísimo!!!!!!, te lleva, te lleva, crea el suspenso, esa reacción tan gringa que todo pueden solucionar, me ha hecho reír, muy bien captada la mentalidad y bueno esa aurora que no aparece y el Sol que quién sabe.....abrazo grande Themis

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra que te haya gustado, Themis.
      Muchas gracias.
      Un abrazo. 🤗

      Eliminar