He recogido una rosa del suelo,
sus pétalos, ajados, dormían
en el pavimento; el viento
los devoraba a su antojo
y los pies presurosos de las personas
los pisoteaban sin compasión.
La pequeña rosa agonizaba
entre roturas, arañazos y olvidos,
no despertaba conmiseración,
ni siquiera inquietud por cuidarla;
su belleza, antes admirada,
era ahora ignorada
y la rosa moría como ley de vida:
como aquello que fue adorado
y hoy se olvida,
como aquello que interesó
y hoy se ignora,
como aquello que existió
y hoy se rompe.
Mercedes Soriano Trapero
Foto: pixabay
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