¡Hola!
Hago una pequeña introducción antes de este texto para que os pongáis en situación.
Este relato lo escribí en 1990, tenía 17 años, lo presenté a un concurso de mi pueblo y ganó el tercer premio, por lo que fue publicado en el libro de fiestas, foto adjunta. (Participé varios años, quizá algún día os pongo otro, por suerte conservé los libros de fiestas).
He escrito, casi, desde que aprendí a leer y escribir; me ha encantado (y me encanta) la lectura, la escritura y, después, la literatura, desde siempre. Con ocho o diez años, ya presentaba relatos a concursos en el colegio (no recuerdo bien si gané alguno, por desgracia no tengo ningún testimonio de aquellos primeros escritos). Y a esa edad, me hacía mis propios libros de cuentos (inventados por mí), revistas, etc., con unos cuantos folios y una grapa en medio. Jugaba a ser escritora. Era feliz y lo soy ahora cada vez que escribo algo.
La vida, sin embargo, te va poniendo otros objetivos en su devenir y mis estudios, mi formación y después la preparación de oposiciones, frenaron la escritura. Escribía sí, pero muy poco y todo relacionado con la vida académica.
Una vez superados esos objetivos, me volqué en las manualidades (con las que sigo de vez en cuando), porque un profesor del instituto (cuando tenía esa edad más o menos) me dijo que nunca iba a ser capaz de hacer nada con las manos y este comentario me alentó, justamente, para sí hacer cosas con las manos (otra cosa es valorar si están bien hechas o mal). Y después, un día, gracias a mis personitas especiales retomé la escritura y aparecieron Los Aquens y ya no he podido parar. (Todavía se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo las emociones que sentí al tener el libro en mis manos).
Cada escrito que sale es un reto y soy feliz y con eso me quedo, que se lee bien, que no se lee pues también bien. Mi objetivo es disfrutar y ser feliz, como lo he sido desde siempre escribiendo.
Sirva este prólogo para conocerme un poco más. Y bueno, os dejo con ese relato de 1990, escrito con humor y con mucha ironía, la ironía que, a esa edad, era capaz de tener. (Hoy, si tuviera que volver a escribirlo, lo cambiaría de arriba a abajo, es lo que tiene la edad y el aprender). Espero que os guste.
¡Gracias por leerme!
Decálogo de cotillas
Siempre me he preguntado cómo sería la vida de una cotilla: emocionante, dura, tonta… Haciendo una pequeña investigación, he sacado los diez mandamientos de las cotillas que más adelante daré.
He estado un tiempo espiando y metiéndome en la vida de las cotillas, voy a relataros mis descubrimientos.
Normalmente, las mujeres son más cotillas que los hombres, estos son cotillas cuando sus mujeres (si tienen) les cuentan lo que han descubierto hoy, los hombres, entonces, no abren los oídos, pero tampoco los cierran. Si no tienen mujeres son menos cotillas, aunque si la madre es cotilla, pues se le puede pegar algo.
El diálogo normal de una cotilla es muy sencillo, se suele realizar con una amiga íntima o con una vecina, por la mañana barriendo la puerta de la calle o, si es un piso, por el patio de luces, en este tipo participan más personas.
―¡Hola Antoñita! ¿Qué tal esta mañana?
―¡Ah, hola! Pues ya ves, limpiando.
―¡Oye! ¿Viste a la hija de Encarnita, la de la esquina, ayer por la noche?
―¡No! ¡Cuenta, cuenta!
Bla, bla, bla, bla. Y empiezan con un chisme y siguen con otro. Al final, una de ellas tiene que cortar, no porque esté cansada, sino porque tiene que hacer la comida, ya que todos los maridos no son iguales.
Sus vidas continúan, un día con más chismes y otros con menos. O sino, un chisme lo empiezan a exagerar, a exagerar y va corriendo de una en otra, de una en otra, hasta que el asunto lo desmiente el protagonista del chisme.
Los cotilleos no son los mismos en las ciudades que en los pueblos, ni tampoco en las casas que en los pisos.
En las ciudades hay cotilleos pero solo en los bloques de los pisos y en los barrios que son pequeños, pero de todas formas son muy distintos a los de los pueblos, porque la gente se conoce mucho menos.
En los pueblos pequeños, de un cotilleo se entera todo el mundo y si es de estos que causan expectación, como que aquella se ha quedado embarazada y solo tiene 15 años o que esa ha reñido con fulanito porque la estaba engañando, etc., se enteran hasta en el pueblo de al lado, lo peor es, como antes he dicho, que un cotilleo lo exageran para, digo yo, que cause sensación.
La palabra cotilla tiene muchos significados y puede pasar que alguien se ofenda con esta palabra, algunos de ellos son: chinchorrera, una que se mete en los chismes que no son de su incumbencia; criticona, la que se queda despierta hasta altas horas de la madrugada para espiar a las vecinas y por la mañana criticarlas; trotaconventos, este es el estilo de las más ancianas, se pasan el día de casa en casa y al paso cotillea. Habrá muchos más, pero suelen ser estos los que más se oyen por las calles.
Con todo esto se ha llegado a la conclusión, analizando, de este decálogo. No está en ningún orden de preferencia, que cada uno lo sitúe en la escala que más guste:
Los diez mandamientos de las cotillas:
1. Tener, por lo menos, una ventana a la calle. En las casas no es mucho problema, en los pisos te inclinas por un primer piso.
2. Es conveniente que la casa o el piso estén situados céntricamente, en una calle concurrida.
3. Tener una vista a la cual envidie el águila, para divisar bien a la gente, y si no, unos prismáticos. Todo esto supone tener el cuello en condiciones para poder volverlo cuando pase alguien por tu lado.
4. Tener el oído bueno, para poder oír las conversaciones de fulanita o menganita si se para a charlar cerca de la ventana o en el piso de arriba o abajo.
5. Tener la memoria en condiciones, para recordarlo todo, para acordarse de los protagonistas de los rollos.
6. Para que se puedan adquirir más conocimientos de la materia, hay que tener otra amiga a la que le gusten también los cotilleos y que viva cerca de ti.
7. En verano, procurar estar siempre en la calle o en la terraza.
8. No aparentar ser cotilla, porque sino no podrías ir a la casa de fulana y mengana a cotillear. Este punto es muy difícil, hay que ser una experta.
9. Saber mentir, para decirle al marido que no quieres ir de vacaciones por no dejar la casa sola, pero la realidad es que si son quince días, te pierdes mucho de la serie. (Súper cotilla).
10. Ir a comprar a tiendas pequeñas, no a grandes superficies, ya que en las tiendas pequeñas hay más cotilleos.
Y esto es todo, la verdad es que no he sacado en claro si la vida de una cotilla es emocionante, dura o tonta, pero me he divertido, que cada uno lo tome como piense, de todas formas, ¿para qué sirven los cotilleos?
Nota: los nombres que se utilizan no tienen nada que ver con la realidad.
Podrías actualizar el decálogo y te serviría para un programa de corazón en televisión.
ResponderEliminarBesitos 😘
jajajaja Muy bueno ratonet, lo tendré en cuenta por si me presento en televisión con el programa. Gracias por tu comentario. Un beso :)
EliminarMuy buena idea lo de Los 10 mandamientos de la cotilla.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, pásate por aquí cuando quieras, estás en tu casa. ;-) :-*
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