30 agosto 2022

Un asesinato y ningún culpable.

 

     ¡Hola!

    Otra semana más de reto Letrarium, esta vez dedicada a los relatos de misterio. Normas: diez palabras, extraídas al azar de los dados, y no más de mil palabras en total. Resultado: Un asesinato y ningún culpable, 964 palabras y los términos que tenéis en la segunda foto. 

     Me gustan estos retos, porque te hacen salir de tu zona de confort, es decir, de aquello que te gusta escribir o donde te sientes más cómoda, y las palabras de los dados les añaden más dificultad todavía... Un reto, como su nombre indica. Intentaré seguir con ellos, si el tiempo me lo permite.

     ¡Gracias por leerme!





Un asesinato y ningún culpable


El sueño lo vencía, pero, ahí seguía, en su despacho, estudiando las pistas de aquel crimen que tenía entre manos.

El cadáver fue encontrado hacía una semana, en un yate a la deriva. La policía accedió a cubierta con precaución, solo encontraron el cuerpo sin vida del posible dueño del mismo, tendido en una cama, muerto desde hacía, probablemente, un día.

Toda la embarcación estaba revuelta, destrozada, cajones tirados, ropa desperdigada, herramientas y enseres rotos… En la cabina superior, varias copas de vino y champán, con sus botellas correspondientes, reposaban en una mesa, otras rotas en el suelo. La maquinaria del puente de mando había desaparecido o estaba destruida: GPS, brújula e, incluso, mapas en papel, que ya prácticamente no se utilizaban, estaban ajados y tirados por todo el barco.

Tras un minucioso análisis del yate, la policía científica no encontró huellas, excepto las de la víctima, ni siquiera las copas tenían marcas de carmín de la posible fiesta que hubo antes de la muerte. Caso difícil, sin duda, que fue entregado al Detective Duque, conocido en el cuerpo como el patrón de las causas imposibles, pues nada se le resistía.

El Detective visitó a la víctima en el Instituto Anatómico Forense, el cual estimó el fallecimiento al anochecer, entre las 21.00 y las 22.00 horas del día anterior al que fue encontrado. La causa: fallo cardíaco por mezcla de diferentes sustancias: alcohol, antibióticos y crack, lo que provocó el ataque al corazón y fallecimiento. No parecía tener enfermedades previas, se veía un hombre sano que, quizá, solo abusaba del alcohol y drogas de vez en cuando.

Todo apuntaba a una muerte accidental, sin embargo, Duque sabía que no lo era. El yate destrozado, como si pareciese un robo fortuito, solo era para despistar, “ningún ladrón se lleva como botín una simple brújula o un GPS”, pensaba. El asesino o asesina conocían a la víctima y habían tramado su muerte con anterioridad.

Visitó, a continuación, el barco y reparó en un papel que sobresalía de debajo de un sillón, a la policía y a los supuestos ladrones se les había pasado ese detalle que podía ser relevante: un billete de avión a Miami para esa misma semana, sin nombre.

No encontró nada más reseñable. Cuando volvía a su despacho, le comunicaron la identidad de la víctima: Augusto Platt, antiguo espía de la KGB y retirado por problemas psicológicos. Un hombre solo, sin pareja conocida, que se dedicaba a vivir la vida, con mucho dinero y también con muchos enemigos que hubieran deseado su muerte, haciendo estallar la embarcación para no dejar pruebas ni indicios de ningún tipo. Enemigos con conocimientos y no los que parecían haber perpetrado ese asesinato. Vivía a caballo entre varias ciudades, una de ellas Miami, de ahí el billete de avión; cuando se movía por Europa, ese yate era su única casa reconocida, el cual manejaba él mismo pues tenía el título de patrón de barco.

Investigó, a continuación, sus pasos antes de la noche de autos y varios testigos, y algunas cámaras de seguridad, lo situaban entrando al yate con varias personas, todos hombres, jóvenes, con bolsas que portarían, posiblemente, vino, champán y alcohol variado. Nada más.

Ningún caso le había quitado tanto el sueño como aquel, era tan simple que cualquiera hubiera dicho que no era un asesinato, sino que él murió y su acompañante se asustó, aprovechó el momento y robó todo lo que pudo. No obstante, había cosas que no le cuadraban y como a él tampoco lo esperaba nadie en casa, decidió recorrer los locales y burdeles de la zona del puerto, no para relajarse y calmar sus propios deseos carnales, sino para buscar alguna cara conocida de las personas que salían en los vídeos. Conocía un burdel, en concreto, que tenía servicios para mujeres y para hombres homosexuales, ya que intuía que Augusto era homosexual.

―¡Hola, bombón! ¿Necesitas algún trabajito especial, cariño?

―Otro día, guapa, hoy estoy de paso.

El Detective se lamentó de pasar la ocasión, esa hembra era nueva en el local, pero se debía a su trabajo. Y su olfato no le fallaba, enseguida divisó una cara conocida.

―¿Puedo hablar contigo un minuto? ―Exclamó mientras le enseñaba, con disimulo, la placa que llevaba en el bolsillo.

―Sí, vamos fuera.

―No intentes escapar, tengo agentes de paisano rodeando el edificio…

El chico, asustado, cantó en cuanto Duque le mencionó las palabras Augusto y yate.

―Yo no lo vi, ni lo toqué, estábamos de fiesta, había más chicos, estuvimos bebiendo mucho y, de repente, alguien dijo que él no se movía, que estaba muerto. Como no sabíamos qué hacer, llamamos a nuestro chulo que acudió a recogernos y él, con dos amigos más, se quedaron en el barco. Nosotros nos fuimos en otra lancha…

―Te creo y estás en peligro por haber hablado conmigo y ser testigo de un asesinato. Te llevaré a comisaría y entrarás en el programa de protección de testigos.

A Duque todo le había quedado claro, solo hizo falta tirar un poco más del hilo: el chulo y sus secuaces eran viejos conocidos de la víctima, de sus miles de correrías, les debía dinero. Estaban compinchados con uno de los jóvenes que subió al barco, el cual le suministró las pastillas con el alcohol, en cuanto Augusto probó la droga comenzó a sentirse mal. Después de muerto, simularon que había sido un robo, por eso le quitaron objetos como el GPS y la brújula y por eso también destrozaron el barco, además de limpiar las copas y tirar o romper aquello que pudiera tener huellas.

Se olvidaron, sin embargo, en su simple suceso, de las cámaras de seguridad del puerto y de la intuición de un Detective. Acabaron detenidos y puestos a disposición judicial.


Mercedes Soriano Trapero


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