Un solo recuerdo.

 

Con el sabor de su boca en sus labios todavía, la recordaba. Ansiaba con volver a verla, dejarse embriagar por su perfume y saborearla, de pies a cabeza, no pensaba en otra cosa. Miraba el reloj cada poco tiempo, pero este parecía haberse detenido y, sin embargo, se aceleraba cuando estaba a su lado. Disfrutaba tanto con ella que, si todo seguía igual, pronto le pediría que vivieran juntos; ya llevaban unos meses de relación y cada día que pasaba el amor aumentaba. No había tenido nunca esa sensación con ninguna mujer con las que había estado. Ella era especial y no la dejaría escapar, había sido una suerte conocerla.

―¿Puede oírme? Señor Pérez, ¿puede oírme?

―¿Qué ha pasado? ¿Quién es usted?

―Ha sufrido un accidente…

―Pero, ¿y mi novia? ¿Dónde está?

―Señor Pérez, iba solo en el coche. Después del accidente nadie se ha interesado por usted, según sus vecinos, vivía solo.

No comprendía las palabras de la enfermera, sí, vivía solo, pero ella, su chica, habría acudido a verlo, “¿por qué no está aquí?”, se repetía.

Horas después de aquella conversación, el médico entró en la habitación para explicarle sus secuelas.

―A su edad ha tenido suerte, pensamos que estaría más tiempo en coma, pero solo ha pasado una semana…

―¿A mi edad?

Alguien le dejó su documentación y después un espejo, no se lo creía, tenía 71 años y solo recordaba el sabor de su boca en sus labios.

Mercedes Soriano Trapero

Foto: pixabay.