Rita, marquesa de la Faja Alta
Rita era una persona encantada de conocerse, aunque nada encantadora, rica, caprichosa y pedante en exceso. Única heredera de los marqueses de la Faja Alta, igual de especiales que ella, con más dinero que cordura. Vivía, en invierno, en una de las mansiones que tenía situada en una capital, y, en verano, se trasladaba a otra de sus enormes fincas situada en los montes de la Alta Faja, —de ahí el nombre de sus progenitores—. Ambas casas estaban regentadas por diferentes criados, una cuadrilla de, aproximadamente, doce personas entre cocineros, jardineros, chófer, etc., los cuales permanecían en la propiedad para cuidarla el tiempo en que ella no se encontraba allí —huelga decir las bacanales que se formaban a su costa cuando no estaba: el alcohol y el sexo corrían como caballos y ella, que todo lo que tenía de rica lo tenía de simple, ni se enteraba—.
No tuvo descendencia —a Dios gracias—, porque sus vulgares modales, unidos a su gran fealdad y tontuna en demasía, le habían granjeado la enemistad con el género opuesto, aunque muchos lo intentaron, movidos por la codicia y el marquesado, pero a la primera coz los mandaba a paseo, con tal gracia y destreza que los criados apostaban por los segundos, ni siquiera las horas, que el susodicho pasaba a su lado. El último pretendiente, un desgraciado banquero que conocía sus finanzas al detalle y que vio la oportunidad de oro en Rita, aguantó a su lado quince segundos, exactamente, el tiempo en que ella gritó, con su exasperante voz de pito:
—¡Quitarme a este mendrugo de la vista, que se vaya a cortejar a su jefa, la pava esa que come gracias a mi dinero!
De nada sirvió que su dama de cortesía, —como llamaba a la pobre sirvienta que la asistía personalmente y que, por desgracia, y a pesar de los desplantes, le había cogido cierto cariño, por eso de que la vio nacer, más que nada—, le recomendara que el señor Rodríguez, el empleado del banco, era una buena oportunidad para ella.
—¿Ese? ¿Ese burro que no sabe ni contar? Ese lo único que quiere es un lugar donde caerse muerto y en esta casa los muertos están muy vivos.
Sus razonamientos, simples, sacaban de quicio a su servicio, no tanto como su voz, pero les pagaba bien, así que seguían a su lado, olvidando sus desplantes, sus groserías y usando tapones en los oídos. Cuando se jubilaban, —porque algunos eran capaces de llegar hasta esa edad sin morir antes—, les daba la patada y se iniciaba una ronda de nuevos miembros de su corte, tarea que encargaba a su dama de cortesía porque ella no quería perder el tiempo “en cosas tan mundanas”, como decía a voz en grito.
Sin embargo, ella repartía sus ociosas horas en estar tumbada, tocarse el pelo y escuchar música; a veces hacía un extra y salía al teatro, entonces, este lo cerraban solo para ella y los actores tenían que aguantar sus desplantes. En una ocasión, como no le gustaba una actriz, en mitad de la obra hizo parar la misma y ordenó que trajeran a una sustituta, se le hizo ver, con sobrada educación —más que la suya— que nadie se sabía el papel pues era una actriz de reparto sin sustituta. Rita, ante la negativa del director, entró en cólera y pidió, encarecidamente, que se le devolviera el dinero de la entrada —aunque no la había pagado— y la donación que hacía, de forma mensual, a dicha institución. A los dueños del teatro por poco les da un síncope, pero decidieron que ya estaban hartos de su prepotencia y confiaron en poder seguir viviendo gracias a sus actuaciones. A Rita le duró el berrinche una semana, solo dormida había paz en la casa, el resto de las horas se las pasaba gritando, insultando a los actores y a todo aquel que se atreviera a cruzarse en su camino. Después de aquello, la vajilla, casi al completo, tuvo que renovarse.
La cocinera, con el cortisol por las nubes, en más de una ocasión pensó en echar matarratas a la comida, era inaguantable; la cordura pudo más, aunque compró unos tapones más consistentes para sus oídos. De todas formas, dudaba de que el veneno le hiciera efecto, porque pensaba que este corría por sus venas en lugar de sangre.
Y, como muy sabiamente decía el jardinero, a todo cerdo le llega su San Martín, un día no despertó, su dama de cortesía la encontró en la cama, fría como una estatua de mármol. Los médicos certificaron la muerte natural por un ataque al corazón, tenía 62 años, dos meses y siete días. El servicio decía, con mucha sabiduría, que ni su propio corazón la aguantaba y por eso murió.
Fue enterrada sin mucho boato, una ceremonia rápida en la que solo había caras sonrientes. Tras el funeral, su servicio se despidió de la casa con una gran fiesta, después todo su dinero pasaría a una fundación que lo administraría, así se había quedado recogido en su testamento realizado a los quince años —cuando un caballo la tiró por maltratar al animal—. Con ella moría no solo el marquesado de la Faja Alta, sino también la mala educación de toda una estirpe, al parecer, según los vecinos, la faja les apretaba demasiado y de ahí su carácter.
Instrucciones
Que buen y entretenido relato, y por fin desapareció “tan apreciada” marquesa de la faja alta 😂.
ResponderEliminarEnhorabuena Merche. Un saludo de ANTIGÜEDADES DEL MUNDO.
Muchas gracias. Un abrazo. :)
EliminarMuy entretenido, Meche. Personajes así de desagradables y caprichosos son unos soberbios que se creen los amos del universo. En la despedida del funeral de la marquesa, bien dicho está: "la paz sea con todos".
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias Carmen, y tanto que la paz sea con todos, jeje. Un abrazo. :)
EliminarMuy contundente la descripción del personaje, toda una enumeración de virtudes....que Rita no tiene. Rita la marquesa que irrita.
ResponderEliminarPosiblemente, el personal hubiera preferido trabajar para la Reina Malvada de Blancanieves. Bella, sofisticada, tal vez un tanto cruel, pero de mejores modales.
¨¨Por lo menos, aprovechaban la mansión, y de que manera, durante las ausencias de la marquesa.
No lo contás, pero creo que el banquero formó pareja con la actriz despreciada. El odio común a alguien, puede unir, en algunas ocasiones.
Está claro que era un personaje a contramano del mundo. Que festejó su muerte.
Un abrazo.
Hola, efectivamente, Rita la que irrita, jajajajaj, muy bueno y sí, yo creo que el banquero se juntó con la actriz. Gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
EliminarMagnífico relato, Merche.
ResponderEliminarMenudo personaje esta Rita. A histriónica no le gana nadie aunque en el mundo real muchos hagan verdaderos méritos por parecérsele mucho.
Mucha suerte en el concurso.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias Estrella. Un abrazo. :)
EliminarHola, de seguro debe ser familia lejana de aquel Ebenezer Scrooge tan famoso también. Es triste que esta señora abandone el mundo sin pena ni gloria. Diría la abuela Julia que "Se perdió ese barro" aludiendo a aquello de que el creador nos hizo de ese material.. Excelente relato.. ¡Saludos!
ResponderEliminarHola, seguro que sí es familia lejana, o cercana, jeje. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
EliminarHola, Merche. Así, de entrada, me atrevería a afirmar que tu protagonista más que excéntrica es repelente e insoportable. ¡Vaya con la marquesa de la Faja Alta! En cuanto al relato en sí, está muy bien escrito, leyéndose del tirón. Muy divertida la historia. Suerte y un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
EliminarMenuda familia de personajazos, de esos que quieres tener lejos y verlos de refilón. Menuda es la clase alta, dueña y soberana de la mismísima soberbia.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Merche, está muy bien escrito y las descripciones son magníficas
Un abrazo y suerte!
Hola Pepe, muchas gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
EliminarHola Merche, muy buen relato y bien narrado, pude imaginar a la desagradable marquesa y las caras de sus pobres servidores, realmente una divertida historia para quienes le leemos aunque no creo que lo haya sido para sus pretendientes y empleados, saludos.
ResponderEliminarPATRICIA F.
Hola Patricia, muchas gracias. Un abrazo. :)
EliminarEs que una faja demasiado prieta le amarga la vida a cualquiera, hay que entenderlo! Ni todo el dinero del mundo puede hacerte la vida más fácil! Que infelicidad! Ja, ja! Muy bueno el relato! Un abrazo y mucha suerte!
ResponderEliminarGracias por tu comentario, sí, jajaja, las fajas deben apretar lo justo. Un abrazo. :)
EliminarHola, Merche. Menuda protagonista déspota que te has marcado. Sin duda esa faja era más bien corsé apretado que le avinagraba el carácter. Lo peor es que existen personas reales como ella...
ResponderEliminarUn abrazo y suerte en el reto!
Estupendo, Merche. Un retrato irónico y descarnado de un personaje que no despierta ninguna simpatía. Una narración muy amena con un cierre final que hace sonreír. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarHola Marta, muchas gracias. Un abrazo. :)
EliminarGracias a ti David. Un abrazo. :)
ResponderEliminarHola Merche. Menudo personaje más odioso al que has dado a luz, retratada con detalle en su carácter y forma de ser. Por desgracia, entre esos estirados de clase alta hay bastantes, me temo, de ese estilo, no hay más que ver los personajillos que pululan por por ahí adelante. En efecto, la faja debía de apretarle bastante, al menos nos queda el consuelo de que será la última de su estirpe. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Jorge. Un abrazo. :)
EliminarJa ja ja Qué gusto leer este divertido relato. Gracias
ResponderEliminarLas fajas demasiado altas, creo que agrían el carácter, je je je
Abrazo
Muchas gracias. Un abrazo. :)
EliminarHola Merche a esta Rita no la aguantaba ni Rita la Cantaora. Buen relato. Suerte. Un abrazo.
ResponderEliminarjajajajaja muchas gracias. Un abrazo. :)
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy divertido Merche. De estos ricos hay más de los que nos imaginamos. No se yo si todos utilizarán faja estrecha pero seguro que tienen estrechas tragaderas a causa de su prepotencia, soberbia y nivel de impertinencia.
ResponderEliminarPersonalmente a esta mujer le hubiera dado laxante en las comidas; para que aflojara un poco por las patas abajo más que nada.
Un abrazo.
jajajajja me apunto lo del laxante por si vuelve a aparecer en mis escritos. Gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
EliminarMerche muy bueno tu personaje, menudo se las tenía con todo el mundo. Eso era la prepotencia de tener mucho dinero, que para nada le sirvió al final. Suerte en el tintero. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Mamen. Un abrazo. :)
EliminarY no tenía nada bueno, aparte de la pasta?
ResponderEliminarY murió con 62?
De muerte natural?
Como dice ña policía, hay que seguir a la pasta.
Donde fue a parar?
Ahí está el asesino.
Y el servicio en paro.
Aquí hay más de lo que parece...
Abrazoo, Merche
Muchas gracias. Un abrazo. :)
EliminarHola, doña Merche:
ResponderEliminarPermítame que me presente: soy Ignacio Minino Gatuno. Durante un tiempo fui la mascota favorita de la señorita Rita. En mi cascabel tengo un papel donde la marquesa me declara heredero único de su oropel. Cada vez que voy a su mansión a exponer mi situación, el servicio no me habre pues está dándole al vicio.
¿Podría usted ponerme en contacto con alguien que me ayude de ipso facto?
Gracias anticipadas y maulladas.
Gran relato, compañera. Un abrazo.
jajajajajaja Muchas gracias Nino, un abrazo. :)
EliminarHola, Merche. Vaya con la marquesa de la Faja Alta. De esas y esos debe haber unos cuantos por el mundo. El relato ha sido estupendo lleno de humor para el que lo lee pero lleno de odio para los que la sufrían. Me ha gustado. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Isan, muchas gracias. Un abrazo. :)
EliminarHola, Merche. Bienvenida a Tintero, espero que sea el primero de muchos relatos. La marquesita de la Faja Alta hizo bien en morir aunque dudo que fuera de muerte natural, seguro que entre todos idearon la manera de quitársela de encima.
ResponderEliminarUn cordial saludo, compañera.
Hola Tara, muchas gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
EliminarHola, Merche. Es un relato muy divertido y entretenido. Te deseo mucha suerte en el concurso. Un saludo.
ResponderEliminarHola Cynthia, muchas gracias. Un abrazo. :)
EliminarHola, Merche. Me he divertido mucho leyéndote. Es una historia muy bien narrada y con un personaje que se hace odiar desde el principio. Excelente aporte al reto. Mucha suerte en el concurso.
ResponderEliminarSaludos.
Hola Pedro, gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
EliminarHola Marche!!
ResponderEliminarMenuda tiparraca. La gente que es así, lo es porque les dejan serio. Si no fuera por lo rica que era, se hubiera visto a sí misma lamiendo el suelo por comida.
Hola, pues sí la verdad... Gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
EliminarHola Merche, la tal marquesa de la faja alta, con ese nombre ya lo dice todo.
ResponderEliminarDivertido el argumento y el desarrollo de toda la historia.
Me gustó como lo contaste.
Un abrazo
Puri
Hola Puri, muchas gracias. Un abrazo. :)
EliminarHola, Merche. Tu Rita me ha recordado un montón a la Reina de Corazones del país de la maravillas. ¡Qué persona más desagradable! Menos mal que no tuvo descendientes y con ella murió el título y las malas maneras.
ResponderEliminarTe deseo lo mejor en el concurso. Un saludo.
Muchas gracias Bruno. Un abrazo. :)
EliminarHola, Merche. Pobre Parca aguantando en el viaje al otro barrio semejante ejemplar, fijo que ganas de resucitarla, por muy prohibido que esté, le dieron porque rematarla no servía. Lo más triste de esta historia es que hay bastante gente así y por su estatus se creen por encima del resto.
ResponderEliminarSaludos y suerte.
jajajajaja efectivamente, en el otro mundo seguro que la devuelven... Gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
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