Historia para el reto del mes de marzo del blog Escritora sin libro.
Ella
Aquel día me levanté temprano, iba a dedicar el día a mí, me lo merecía, nada de trabajo, ni de familia ni siquiera de ocio camuflado en Internet, de hecho tenía pensado apagar el móvil, así nadie me molestaría. Me apetecía sentarme en un tranquilo parque, alejado, a ser posible, del ruido de la ciudad y leer, si quería, escribir, si quería, o no hacer nada, sola con mis pensamientos. Deseaba, ante todo, estar conmigo misma y darme el cariño que, a veces, la sociedad, la realidad, la vida…, no me daban.
Anduve bastante rato hasta que di con el lugar perfecto, me senté en un banco en un lugar tranquilo y dejé que el viento me mimara, que el susurro de los árboles me embriagara y que mi cuerpo se llenara de paz. Como imaginaba, ni siquiera abrí el libro o el cuaderno, pronto mi mandíbula esbozó una sonrisa y así pasó un tiempo, no tengo constancia de cuanto. De repente, una mujer se sentó a mi lado, no me apetecía dar conversación a nadie y pensé en marcharme, pero no sé por qué esa mujer también me infundía paz, ella tampoco parecía querer hablar, más bien pretendía realizar lo que yo estaba haciendo: llenar mis instintos de paz; y tras un protocolario “buenos días”, abrió su libro y comenzó a leer. Tampoco sé cómo inicié yo la conversación y por qué, si no me apetecía hablar, pensando que sería ella la que empezara la conversación, quizá ese hecho provocó que me interesara por, efectivamente, dialogar.
―¿Está leyendo poesía? Me encanta la poesía, ¿qué libro es?
―No creo que la conozca, de una amiga mía que es escritora novel―. Me indicó acercándome el libro para que viera su portada y, en verdad, no la conocía―. Si le gusta la poesía, lea este poema, sublime―. Añadió, verdaderamente emocionada por el contenido del libro.
―De acuerdo, pero no me llame de usted, por favor.
Ella se rio, nos presentamos y evitamos las formalidades. El poema hablaba del quererse a una misma por encima de todo, precioso, le pedí que me lo dejara para hacerle una foto con el móvil y ella, con una amabilidad extrema, se ofreció a dejarme el libro, ya que solo lo estaba releyendo, por interiorizar algunas de sus composiciones. A partir de entonces, iniciamos una extensa y conmovedora conversación sobre la vida, las relaciones, la literatura. Se nos pasó el tiempo volando. Después, nos dimos los números de teléfono y hasta hoy hemos mantenido una amistad tan bonita y pura que a veces pienso si ese día conseguí reducir mi estrés gracias al paisaje o gracias a ella. Sin duda, gracias a ella y así ha sido todos los días de mi vida desde entonces en el que nos hemos juntado, solamente ella y yo, el parque y, quizá, algún libro.
Después, conocí más datos de su vida, unos quince años mayor que yo, casada, con cuatro hijos, enfermera y amante de la literatura; rebosante de alegría, de paz, de valores positivos, una MUJER con letras mayúsculas, con fuerza, con ganas de comerse el mundo y salvavidas de su entorno y de mí. Nuestra amistad duró mucho tiempo, muchísimo, era, efectivamente, el bastón en el que apoyarme y el agua que sanaba mis heridas, hasta hoy que escribo esto para despedirme de ella en su funeral, al que asistiré mañana y en el que lo leeré, a petición de su familia. Una parte de mí se muere con ella, pero su ejemplo, su vida, sus conversaciones y enseñanzas, se mantendrán muy vivas en mis recuerdos y, sobre todo, en mi corazón. Hoy, el cielo tiene un ángel más, uno muy grande.
Si el mundo tuviera forma de persona, debería ser la tuya.
Si el mundo tuviera alma, debería ser la tuya.
Si el mundo tuviera corazón, debería ser el tuyo.
Si el mundo se pareciese a ti, una mínima parte,
sería muchísimo mejor.
Pero el mundo te ha perdido,
nosotros te hemos perdido
y ya solo nos quedarán los recuerdos.
Como tú dirías: “alégrate porque la conociste,
no porque la perdiste”.
Descanse para siempre la luz de tus ojos
y brille eternamente en nuestros corazones.
Que bonito y nostálgico micro relato, hace que saques sentimientos al acordarte de alguien pareci@ al de tu historia. Enhorabuena Merche. Un saludo de ANTIGÜEDADES DEL MUNDO
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
EliminarEs una tremenda suerte de encontrar una amistad así...Sincera y desinteresada. Enhorabuena por este relato tan nostálgico y a la vez, con mucha energía positiva. Un saludo
ResponderEliminarNo sé por qué no salió antes la respuesta a tu comentario, Tania, recordaba que sí lo había hecho, pero ahora he entrado y he visto que no estaba. Bueno, pues de nuevo te doy las gracias por tus palabras. Un abrazo. :)
Eliminar¡Pero qué bonito! Humano, evocador, nostálgico y con su tinte de tristeza, porque el adiós siempre duele. Pero vivir algo así es una maravilla, una bendición, un milagro.
ResponderEliminarUn 🤗 abrazo grande Merche!
Pues sí Maty, un auténtico milagro. Gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
Eliminar¡Hola, Merche! Una preciosa historia que casi me parece un relato de ciencia ficción viendo los derroteros por los que va el mundo. Dos personas con un libro, que además se sientan en un parque, ¡que encima inician una conversación pese a no conocerse! ¡Y sin un puñetero móvil por los alrededores! Lo dicho, lamentablemente, algo de ciencia ficción. Me encantó. Un abrazo!
ResponderEliminarHola, David: jajajajaja, pues sí, suena a ciencia ficción, jajajajaja. Gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
EliminarQué fortuna encontrar una persona con la que sintonizar tanto, Merche.
ResponderEliminarRelatos como este nos ayudan a situarnos en nuestro sitio, creer en nosotros y los demás y nos enriquecen.
Un fuerte abrazo :-)
La verdad que sí, es una suerte, milagros de la vida. Gracias por tus palabras. Un abrazo. :)
EliminarSencillamente me he emocionado. Precioso. Abrazo grande
ResponderEliminarMuchas gracias, Amaia. Un abrazo. :)
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