14 marzo 2023

Tiempos de cambio.

 

Historia para el VadeReto de marzo del blog Acervo de Letras.



Tiempos de cambio


Y aquí estoy, escribiendo esto muchos años después…

No soy la que soy si ese día no hubiera ocurrido, con todo lo bueno y lo malo que tuvo, con cada minuto de esas veinticuatro horas que marcaron, me cambiaron y que, con seguridad, sin esos acontecimientos, hoy no estaría escribiendo mis memorias. Posiblemente, habrá sucesos de mi vida que no recuerde con la precisión con la que recuerdo ese día…

Tenía 27 años recién cumplidos, vivía con mi novio en un pequeño apartamento no muy lejos del centro. Trabajaba de secretaria en un modesto bufete que había en mi mismo barrio. Gozaba de buena salud, no me quejaba del dinero, ni de amistades, ni siquiera de la familia. Estaba cómoda en mi situación porque vivía bien. Era feliz. Ese día, un martes de finales de marzo, el despertador sonó a la hora de siempre, marcándome otro día de rutina, “¡bendita rutina!” pensé luego. Lo apagué deprisa, para no despertar a mi novio que ese día descansaba en su trabajo y podía dormir más, pero me sorprendí al no encontrarlo a mi lado. Su voz atenuada me llegó desde el baño, no le presté atención y comencé a preparar mi ropa, sin embargo, las palabras sueltas “perdóname…, estar contigo…, compréndeme...”, llegaron a mis oídos y, entonces, sí me acerqué a la puerta con una ligera sospecha. Esta se confirmó cuando él salió: mantenía otra relación y rompía conmigo. Punto. Fin. Se acabó. No merece la pena reproducir la conversación que tuvimos, los reproches, etc., etc. Llegué tarde al trabajo. Aunque no me encontraba bien, no quise quedarme en casa y en cuanto entré por la puerta del bufete, fui a disculparme a mis jefes, un matrimonio dueños del despacho. Los encontré reunidos, preparando un caso, pero accedieron a recibirme. No les conté el motivo de mi retraso, me inventé una historia con el despertador, tampoco me hicieron mucho caso, se mostraban muy serios, y cuando terminé mi discurso atropellado, mi jefa me comunicó que justo iban a hablar conmigo esa mañana para comunicarme mi despido. No tenía nada que ver con el retraso, las cosas no iban bien, necesitaban hacer recortes de personal y yo estaba en la lista negra. Nada más. Finiquito, carta de recomendación y a la calle.

No dije nada, no me quejé, ni siquiera supliqué, esa segunda losa del día me arrancó las palabras. Recogí mis cosas y me marché. Salí a la calle y sin saber qué hacer, ni dónde ir, me puse a andar, no veía nada, no escuchaba nada, mi mente era una maraña de pensamientos y mi corazón un nudo de sentimientos. Mi vida, mi estabilizada vida, se acababa de romper en mil pedazos. De repente, noté que mis pies no pisaban el duro asfalto, me paré y al mirar abajo comprobé que había llegado a la playa, casi cinco kilómetros separaban mi lugar de trabajo del mar y ni siquiera me había dado cuenta de que los había recorrido. Creo que fue mi alma la que me llevó hasta mi querido mar, mi salvavidas, y al sentarme frente a él, lloré, lloré y lloré.

Ahí sentada pasé el día, sin notar si tenía sed, hambre, frío o calor, ninguna sensación, salvo las lágrimas recorriendo mis mejillas y el tumulto de emociones… Al atardecer, una barca apareció en el horizonte, en un primer momento no me di cuenta de ella, pero se interpuso entre mi mirada y el sol y, poco a poco, dejó de ser un pájaro, hasta convertirse en algo más grande que me impedía abstraerme. Seguí su recorrido con los ojos. Al acercarse a la orilla, vi que algunas personas se tiraban al agua y la empujaban. Era una patera, algo habitual en mi ciudad, aunque yo nunca me había topado con ninguna. Asombrada, vi cómo llegaba a la orilla; sus ocupantes, no sé el número, saltaban con ganas de la embarcación y se abrazaban, bailaban, alegrándose enormemente de haber llegado. Había madres con bebés, niños pequeños, jóvenes, solo la alegría se veía en ellos. En otro momento de mi vida, me hubiera acercado a ayudarles, pero ese día tenía más problemas que ellos, pensaba, ilusa de mí. Y me sorprendí a mí misma esbozando una ligera sonrisa, alegrándome por sus saltos, contagiada de su entusiasmo. Posiblemente, muchos acabarían deportados, otros malvivirían o acabarían recluidos en algún centro de menores, pero habían dado esquinazo a la muerte, no solo la de su país de origen, sino también la de la travesía en el mar hasta aquí.




Un mundo de posibilidades se abría ante ellos, todo era esperanzas, pasara lo que pasara, lo difícil ya había terminado, o quizá empezaba ahora, pero ellos no lo sabían y estar en esta playa suponía un nuevo comienzo. Se dispersaron con la misma rapidez con la que habían llegado, cada uno tomó una dirección distinta.

Ninguno reparó en mí y yo no me moví, absorta en lo que creía que era mi cruel realidad y, entonces, lo comprendí: un nuevo comienzo se abría ante mí, solo tenía que verlo así. Podría dedicarme a otra cosa, en el fondo, no me gustaba mi trabajo…, y a mi novio, lo echaría de menos al principio, pero el mundo está lleno de hombres y, quizá, hasta mejores… Y empecé a reír, y me levanté y me puse a dar saltos, me revolqué por la arena, me sequé las lágrimas y mirando a la ciudad exclamé: “¡aquí estoy yo!”.

Hoy, 53 años después, soy una escritora de fama mundial y estas memorias, que espero la parca me permita terminar, serán el colofón a todos mis años de carrera literaria. Ese día aprendí una gran lección: solo yo tengo la llave para enfrentar las adversidades de la vida y solo yo la que debo permitir qué me afecta y qué no. Ya te has desahogado, pues sécate las lágrimas y a comerte el mundo, que este no se va a parar por ti.



Mercedes Soriano Trapero
Para el "VadeReto"



22 comentarios:

  1. Que historia y vivencias relatas más interesantes. Muy bueno para el reto. Un saludo de ANTIGÜEDADES DEL MUNDO

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  2. Que la parca espere, no hay prisa.

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    1. Pues no, la verdad. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo. :)

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  3. Cuánta razón llevabas, Merche.
    La alegría después del llanto es muchísimo más grande y plena.
    Me ha emocionado mucho tu relato; muestra una gran realidad. A veces, pensamos que todo el mundo gira a nuestro alrededor. Nos sentimos cómodos, satisfechos y hasta acomodados. Parece que tenemos cuanto necesitamos; sin embargo, cuando todo esto se tambalea y parece que el suelo que nos sustenta quiere desaparecer, nos creemos el fin del mundo. Por el contrario, aparece ante nosotros una nueva etapa que nos permitirá, quizás, intentar esos sueños que nunca antes nos atrevimos a buscar. Es muy difícil, pero lo mejor es mirar hacia delante y dejar el pasado atrás.
    Es verdad que, como muestras en tu relato, nuestras tristezas, nuestras quejas, nuestras infelicidades; son nimias comparadas con las que pasan muchísimas personas. Dicen que es consuelo de tontos. Yo digo que es mirar de frente a la realidad y contagiarse de la ilusión y la felicidad de los que se contentan con tan poco, tanto para ellos, y tirar pa'lante.
    Magnífico relato con un mensaje extraordinario.
    Muchísimas gracias, Merche. Un Abrazo

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    1. Hola José Antonio, un placer participar en tu reto y muchísimas gracias por tu comentario. Como tú comentabas de tu relato de febrero: ha salido así, pues eso digo yo ahora, jeje. Ni nuestras alegrías ni nuestras tristezas tienen, a veces, fundamento, si miramos a nuestro alrededor, es así por desgracia. Hay que vivir el día a día cuidando nuestra salud y siendo, a ser posibles, agradecidos con lo que tenemos. Lo dicho, un placer, compañero de letras. Un fuerte abrazo. :)

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  4. Hola Merche, un gran relato con un gran mensaje, narrado desde la perspectiva de alguien que cree haberlo perdido todo para luego darse cuenta de que es una oportunidad de iniciar cosas nuevas, de reinventarse. Me ha gustado mucho. Saludos.

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  5. Al leer tu entrada, he recordado ese tipo de mensajes en grafiti que ilustran las zonas del extrarradio. En especial, uno decía: "Piensa cuando llores que siempre hay alguien más jodido de tú; pero también mejor". Supongo que al final todo está en los matices de este claroscuro continuo que es el mundo.

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    1. ¡Hola! Así es, quizá no nos damos cuenta de que la felicidad está en las pequeñas cosas y siempre queremos más, cuando solo la salud es lo importante. Gracias por tu comentario. Un abrazo. :)

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  6. Hola Merche, qué bonita historia con una realidad aplastante. Nosotros hemos tenido la gran suerte de nacer en este país, pero aquellos que arriesgan su vida para cruzar el océano en busca de una vida mejor es terrible porque unos lo logran otros no... En definitiva un gran aporte con un doble mensaje: la felicidad está en los detalles más inesperados y por desgracia siempre habrá quien esté mucho peor. La vida es así de puñetera. Me encantó tu historia. Un abrazo

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    1. Hola Nuria, así es, la vida es así, nosotros tenemos la suerte de haber nacido en el lugar "adecuado" y en el siglo también "adecuado"... Gracias por tu comentario Nuria. Un abrazo. :)

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  7. Reconozco un primer mensaje, más evidente, en esta historia: La escena de la playa provoca que la protagonista se abra a otras realidades y, al confrontarlas con su propio estado, relativice su situación y sepa afrontarla con menos pesimismo. Pero hay más, un segundo mensaje que es, si cabe, más importante. Porque esa escena, puede que por sí misma o puede que como acto final de ese día internacional de los batacazos, es también el detonante del deseo de cambio en la protagonista quien, ya en su vejez, reconoce que aquel acontecimiento desencadenó sus ganas de rehacerse, de crecer y mejorar, y fue precisamente ese deseo el lugar del que surgió su trayectoria de éxito.

    Vaya. ¿Es imprescindible tener que caer para poder levantarse? Pues yo no lo sé pero, desde luego, ayuda bastante.

    Un abrazo

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    1. Hola, Isra: contesto a tu pregunta: no hay que caer para poder levantarse, pero hay veces que, como no reaccionamos, el destino o como quieras llamarlo, nos pone una gran piedra en el camino para hacernos reaccionar, a veces no la vemos, aunque caigamos y estamos en el pozo meses y meses, pero otras veces somos capaces de reaccionar al minuto que es lo que le pasó a la protagonista de mi historia. No le gustaba la vida que llevaba, pero estaba cómoda en su zona de confort y ni se lo planteaba y, de repente, le pasaron todas esas circunstancias que la hicieron luchar por sus verdaderos sueños y ganó. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo. :)

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  8. Exelente Merche ,y si no siempre hay que caer para levantarse,los años te muestran el panorama de lejos venir,y cambiar el rumbo está en uno...
    Gracias por tus letras

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    1. Hola Carlos, muchas gracias por tu comentario, efectivamente, no siempre hay que caer para levantarse. Un abrazo. :)

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  9. Me encanta tu relato, Merche.
    Sentir que tu mundo se acaba tal como lo vives es ese momento, hundirte y encontrar motivos para seguir adelante pese al dolor es… vivir.
    Un fuerte abrazo :-)

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    1. Hola Miguel, efectivamente es una prueba de vida el relato. Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo. :)

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  10. Un relato que representa la Vida misma. Momentos en los que nos parece que no podremos seguir y la mirada serena de lo que fue. Me ha gustado mucho. Abrazo grande.

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    1. Gracias por tus palabras Amaia y, sobre todo, por tus lecturas. Un abrazo. :)

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  11. Muy bueno Merche!. Y...a comerte el mundo. Seguro que luego surgió un novio mejor y un trabajo mejor. A otro nivel, pero te hablo de reveses, tengo que contar mi caso con 15 años...Un buen día, el entrenador del equipo de futbol de la pandilla no me quiso en el equipo (por malo) y ese mísmo día la chica que me gustaba de la pandilla me presentó...a su novio. Terrible. Y aquí seguimos tan Pancho. Muy buen relato y gracias. Besos

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    1. Nunca hay mal que por bien no venga, Santi, eso está claro...
      Gracias por comentar.
      Un abrazo. :)

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