15 mayo 2023

Desde otra perspectiva.

 



El insistente timbre de la puerta despertó a Dulcinea, “se me olvidó quitarlo”, pensó mientras se levantaba a regañadientes.

—¿Quién es?

No obtuvo respuesta, pero oyó cómo un vecino de su rellano abría la puerta y el cartero le daba una carta certificada.

—¡Qué mala costumbre tiene este cartero! Llama a todos los timbres a ver cuál le abre, tengamos o no cartas…

Enfadada, hablando sola, se marchó de nuevo a la cama. La noche, en el hospital, había sido intensa, una guardia para olvidar, como decían sus compañeros. Comenzó a dar vueltas y más vueltas, no consiguió dormirse de nuevo. Tenía dos días para poder descansar mejor, por lo que no se lo pensó más y decidió levantarse y aprovechar el día. Además, ella misma recomendaba a sus pacientes no permanecer en la cama cuando no podían dormir, mejor levantarse y relajarse.

Se duchó, comió algo y salió a dar uno de sus paseos por un parque cercano, para disfrutar de ese sol que anunciaba ya la primavera. Así podría desconectar del trabajo y recuperarse totalmente.

A la salida vio que el cartero sí había dejado cartas en su buzón, “publicidad, como siempre, o facturas”, pensó mientras lo abría. Efectivamente, la mayoría facturas y publicidad, pero entre todas ellas destacaba un sobre amarillento, desgastado, bastante manoseado e, incluso, roto en alguna de sus esquinas. No había remite y solamente tenía escrito su nombre: Dulcinea, con caligrafía propia del siglo XVII, ni sus apellidos ni la dirección, nada más... “Ya estamos con las bromitas de siempre, qué flaco favor me hizo mi madre al ponerme este nombre, en cuanto encuentre una papelera la tiro, no voy a perder el tiempo leyéndola”, pensó. Introdujo de nuevo el resto de cartas en el buzón para recogerlo después cuando volviera, excepto el sobre amarillento que dobló y guardó en un bolsillo.

Un par de horas después, cansada, se sentó en un banco del parque, recordó que no había tirado la carta, vio una papelera cercana y cuando se acercó a tirarla, la curiosidad pudo más y retrocedió hasta el banco de nuevo, abrió el sobre y procedió a su lectura. El papel era una cuartilla, amarillenta como el sobre y con el mismo tipo de letra, aparecía alguna mancha de tinta en él y no parecía que se había escrito con bolígrafo sino con pluma, decía así:

Soberana y alta señora:

El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte,

El Caballero de la Triste Figura”.

Sorprendida, soltó una carcajada, “vaya, en esta broma se superan”, se dijo. Tuvo que leerla varias veces para comprender a la perfección el mensaje de la misma: alguien le declaraba su amor haciéndose pasar por el personaje de Don Quijote. En el colegio, las bromas y burlas con su nombre eran habituales, había quien la llamaba Aldonza Lorenzo en vez de Dulcinea, los que le preguntaban dónde se había dejado a su Don Quijote, y un largo etcétera de chascarrillos varios. Al principio le disgustaban sobremanera, después aprendió a convivir con ellos. Pasados los años escolares, no volvió a recibir ninguna broma de ese tipo, aunque, algún compañero graciosillo, en el trabajo, siempre se despuntaba con alguna.

No sabía quién podía haberla mandado, pero recordó que, cuando leyó la obra de Don Quijote, había una carta que este le escribía a su amada para que se la entregara Sancho, no sabía si era la misma pero en cuanto llegara a casa lo descubriría. Salió corriendo con la carta en la mano, de nuevo la curiosidad la empujaba. Entró en casa, buscó su libro y, allí estaba, en el capítulo veinticinco de la primera parte. Leyó y sí, la misma, coma por coma, punto por punto, el mismo comienzo, la misma despedida…

Se fue a la ducha, no iba a darle más importancia. Sin embargo, mientras el agua salpicaba su cara, pensó: “y si Dulcinea hubiera escrito a Don Quijote, ¿qué habría pasado? ¿Cómo habría terminado la historia?”.

Salió de la ducha, se vistió, cogió una pluma que tenía olvidada en un cajón y un papel viejo que encontró revolviendo entre sus libros de enfermería y escribió, divertida, imitando, en todo lo posible, tanto la caligrafía como el vocabulario típico de aquel siglo:

“Mi apuesto Caballero de la Triste Figura:

Aquí me tiene, llorando su ausencia y lamentando no poder curarle sus heridas. Ansío verle y poder destrabar juntos los entuertos que el mundo nos depare. No merezco sus amores si no puedo entregarme a usted en cuerpo y alma, ¡oh Amado Mío! Vive Dios que no hago otra cosa que pensar en sus cuitas y me deshago en suspiros día tras día soñando por su amor. Su fiel escudero Sancho, ahora también el mío, le hará llegar esta misiva y le dará buena cuenta de los hechos que aquí le transmito, haciéndole constar que ciertos son. Tuya hasta la muerte,

Su Amada Dulcinea del Toboso”.

Pasó un buen rato mientras la escribía, imaginándose locamente enamorada de Don Quijote y la reacción de este al leerla. La vida siempre es más fácil cuando el amor triunfa y si su amada, en el libro, conociera sus aventuras y terminaran casándose, quizá entonces no tuviera tanto éxito o quizá sí. Podría ser todo igual, pero con el amor sí correspondido, que no fuera tan platónico como era normal en aquella época, sino más mundano, más real...

Con todos esos pensamientos volvió a la cama, bastante temprano, muerta de sueño. Dejó las cartas en un cajón de la estantería en la que tenía sus libros, no quería destruirlas para echarse unas risas con sus amigas un día.

Un mes después, navegando por Internet, una noticia llamó su atención: un crítico cervantino había publicado otro nuevo estudio sobre la ilustre obra, en ella analizaba sobre todo la parte final del relato: la boda entre Don Quijote y Dulcinea. El corazón le comenzó a latir cada vez más deprisa, volvió a leer el titular, sí, lo había leído bien. Fue hacia la estantería donde tenía los libros, cogió el Quijote y empezó a pasar las páginas cada vez más rápido, se saltaba párrafos, iba de capítulo en capítulo, hacia atrás, hacia delante…, y, para su sorpresa, pudo ver que todo había cambiado, que el personaje ya no moría habiendo recuperado la cordura, que después de sus primeras aventuras, Dulcinea le confiesa su amor por una carta y este regresa a su tierra, ambos comienzan a relacionarse y el libro acaba con su boda. La estructura era la misma, el inicio, los personajes, las aventuras de Don Quijote, pero Dulcinea ya no era un personaje que apenas aparecía, sino que cobraba más vida, que participaba más de la historia, que no era solamente la nombrada por el Caballero de la Triste Figura, sino que le declaraba su amor y eran sus cuidados los que le devolvían a su tierra, a sus libros y a su cordura, casándose finalmente en el pueblo del Toboso.

Con el libro en la mano, rebuscó en el cajón la carta que recibió y la que ella escribió, es más, lo puso bocabajo encima de la mesa, no estaban, el segundo cajón de la estantería sufrió la misma suerte, las cartas no aparecían por ningún lado, ni rastro de aquellos papeles amarillentos, ni siquiera indicios de que alguna vez lo hubieran estado.

Agitada, nerviosa, buscó toda la información que pudo en Internet sobre la obra de Cervantes. Empezó a ver páginas de todo tipo: bibliotecas del mundo, críticos literarios, aficionados a la lectura… Todas hablaban de lo mismo, escrito de mil maneras diferentes, pero llegando a las mismas conclusiones: libro del insigne escritor Miguel de Cervantes que comenzaba con las palabras “en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...”; un prodigio de la literatura en lengua castellana; muy exitosa; traducida a miles de idiomas; leída por miles de lectores en todo el mundo, los cuales elogiaban siempre, de entre todos los capítulos, la carta que Don Quijote escribió a Dulcinea declarándole su amor y a la que ella respondió haciendo lo propio.



Mercedes Soriano Trapero
SEGUNDO PREMIO 
EN EL IX CERTAMEN DE 
“PALABRAS POR VILLAPALACIOS”, 
Villapalacios, Albacete. 
DICIEMBRE 2019.






10 comentarios:

  1. Siempre hay que contestar ese tipo de cartas con fuerte carga sentimental. Aunque sólo sea por educación.:)

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    1. Pues sí, aunque luego pase lo que pase, jeje. Gracias por tu comentario. Un abrazo. :)

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  2. Jugar con los sentimientos no está bien, pero quién dentro de su locura no juega.
    Un interesante relato, Merche.
    Un besazo.

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  3. Me has tenido Merche, con una risa que me hará empezar muy linda la semana. Mujer, no me extraña nada que con ese ingenio hayas ganado un premio. ¡Qué bárbara! ¡Qué buena idea que Dulcinea le contestase y anexos! Jajajajaja me sigo riendo. Está super bueno tu escrito. Gracias por lo que ocasionas con él.
    Para remate, el comentario de Cabrónidas también me ha hecho reír, como siempre 😊

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    1. jajajajajaj Me alegra que te haya divertido, de eso se trata. Un fuerte abrazo. :)

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  4. Hola Merche, me ha encantado tu relato, donde un misterio que no se devela causa un cambio en la insigne obra de Cervantes. ¿Qué magia o qué fantasía pudo ser capaz de lograr aquello? No lo sabemos y tampoco tu protagonista que me imagino se quedó para siempre preguntándose cómo llego aquella carta a su poder y cómo pudo su contestación ser capaz de alterar los hechos de El Quijote. Me encantó, se me hizo muy original. Saludos.

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    1. Hola Ana, yo creo que Sancho se despistó, perdió la carta y, de repente, esta viajó en el tiempo hasta que encontró a Dulcinea, pero, claro, no era la auténtica Dulcinea... Después, la magia obró de nuevo y llevó la respuesta a su dueño.
      Gracias por tu comentario Ana. Un abrazo. :)

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  5. Hola, Merche.
    Un relato deliciosamente evocador, especialmente para la desconcertada Dulcinea. Lástima que no recibiera y contestara antes la carta del Caballero de la Triste Figura, pues nos hemos quedado con la versión antigua e incompleta de la historia. 😜 Me lo he pasado en grande leyéndolo.
    Un fuerte abrazo :-)

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    1. Hola Miguel, jeje, sí, esta nueva versión con final feliz está mejor... Gracias por tu comentario. Un abrazo. :)

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