Cuento para el VadeReto del blog El Acervo de Letras
Mario y Lucía estaban aburridos, muy aburridos, las tardes del verano eran eternas y aunque se encontraban en casa de los abuelos, en el pueblo, las siestas no tenían fin porque ellos, como buenos niños, no dormían y solo deseaban que pasase pronto el calor para salir a la calle a jugar con los amigos. Así que comenzaron a deambular por la casa buscando algo diferente con lo que jugar.
―Mira, Mario, lo que he encontrado. ―Dijo Lucía desde el fondo de la despensa, casi escondida en un mueble en aparente desuso―. Un libro de recetas enorme y mira qué portada más bonita, no parece de recetas…
―¿Libro? ¿Recetas? Pues vaya tontería… ―Exclamó Mario cogiendo la tablet.
Lucía tenía diez años y le encantaba leer, sin embargo, Mario, de ocho, la lectura no se encontraba entre sus pasiones, él adoraba la fantasía de los cuentos sí, pero prefería recrearla y se inventaba batallas épicas, dragones, espadas mágicas, pero siempre con sus juguetes. Ella no hizo caso a su hermano y comenzó, rápidamente, a hojear el libro. Según avanzaba en la lectura, sus ojos se iban abriendo cada vez más, sorprendida por todo lo que en él leía.
―¡Tienes que leer esto, Mario! No es un libro de recetas normal, mira…
―Léelo tú, estoy a mitad de la partida. ―Comentó Mario mientras echaba una partida a su juego preferido.
―Se deben mezclar los siguientes ingredientes en un recipiente con agua helada, a ser posible, del río: dos zanahorias, para que tenga buena vista y una piel increíble; siete nueces, de los árboles que nacen junto al río, para un cerebro inteligente; un apio para unos huesos fuertes; la mitad de un tomate para las células de todo el cuerpo y, por último, una gran manzana roja para que tenga un corazón enorme y fuerte. Después de mezclar todos los ingredientes, colocar en el molde y dejar junto al roble de las cien ramas durante una noche de luna llena. A la mañana siguiente, el duende habrá aparecido. Precauciones: mezclar los ingredientes, no triturar y recordar visitar el roble justo al amanecer, cuando la luna se haya ocultado, de lo contrario, el duende desaparecerá y habrá que repetir la receta.
―¡Ostras! A ver, déjame ese libro… ―Mario arrebató sin contemplaciones el ejemplar a Lucía, había leído lo que a él entusiasmaba.
Volvió a leer la receta de nuevo y hojeó con rapidez el resto del libro, sorprendiéndose más incluso que su hermana.
―Esto hay que hacerlo, quiero tener mi propio duende…
―Pero tú crees que eso es verdad, no puede ser cierto, los duendes no aparecen así como así.
―¿Y por qué no? Acaso tú sabes cómo se hacen los duendes…
―No…, pero…, esperaba otra cosa, no así… Además, ¿y por qué la abuela tiene ese libro?
―No sé… Quizá la abuela es bruja.
―Anda ya, Mario, no me vaciles…
―Bueno, venga, vamos a buscar el molde, tiene que estar en la despensa…
Con la energía de un dragón comenzaron a buscar el mencionado molde y sí, lo encontraron, escondido en el último rincón del mueble en el que Lucía había dado con el libro. Tenía una forma rara, no de un duende, como de una bola con cuatro extremidades, pero supusieron que tenía que ser así.
―Siguiente paso: ¿cuándo es luna llena? Vamos a mirar el calendario, Lucía, la abuela siempre tiene uno donde vienen las fases de la luna.
―¡Mañana! Mañana hay luna llena.
―Perfecto, pues ahora a buscar los ingredientes, tenemos tiempo de sobra.
Milagrosamente, casi todos los ingredientes que necesitaban estaban en la alacena de la abuela. Esta tenía comida para un regimiento, siempre alimentaba de más a sus nietos durante el verano porque decía que estaban escuálidos. Solo les faltaba el agua y las nueces.
―Esta noche iremos a por lo demás, nos llevaremos todo y ya lo dejaremos en el árbol para la noche de mañana, no creo que pase nada porque esté un día antes… El libro no lo especifica. ―La impaciencia de Mario chocaba siempre con la paciencia de Lucía, más precavida que su hermano.
―Mario, las nueces se recogen en septiembre u octubre, quizá no hay o quizá no estén maduras todavía.
―Pues nos tendrán que servir, no nos queda otra.
Y tal como lo planearon, así lo hicieron. Las nueces, como había predicho Lucía, no estaban maduras, pero Mario se empeñó en cogerlas.
Con el alma en vilo, nerviosos e intranquilos, pasaron las siguientes horas.
Al amanecer del día después de la luna llena, tal como la receta indicaba, Mario y Lucía escaparon de la casa para ir junto al roble. Con precaución se acercaron sigilosamente y ya desde lejos comprobaron que el molde estaba vacío. Al verlo más de cerca, vieron que ni el agua ni todos los alimentos que allí habían puesto estaban.
―Te dije que no debíamos dejarlo tan pronto, Mario, seguro que algún animal se lo ha comido.
Mario callaba, pero no se daba por vencido.
―¡Mira! ¡Huellas!
Unas pequeñas huellas, como de un ser en miniatura salían del molde hasta el roble en el que parecían perderse. Y, de repente, de una de las ramas superiores, una voz hizo que ambos cayeran hacia atrás asustados.
―¡Hola! Gracias por crearme. Viviré en este árbol y siempre que me necesitéis acudiré en vuestra ayuda, pero antes tengo que comer, tengo un hambre inmensa. ¡Adiós!
Los niños se quedaron atónitos y sin saber qué decir ante ese ser de unos diez centímetros que desde el árbol les hablaba, hasta que, por fin, Mario reaccionó.
―¡Pero, no te vayas! Ni siquiera sabemos tu nombre.
―¡Ah, es verdad, se me había olvidado, vosotros tenéis que ponerme un nombre también! Pero ahora no, ¡tengo hambre! Nos veremos aquí en la próxima luna llena y entonces me lo diréis. ¡Adiós!
―¡Pero, pero!
―Déjalo, Mario, quiere irse, haremos lo que dice, ya tendremos tiempo de hablar con él.
Se marcharon, a regañadientes, a pensar en el nombre que pondrían a su duende y a asimilar todo lo ocurrido. Quizá le preguntarían a la abuela…
¿Qué nombre le pondrían al duende? ¿Qué nombre le pondrías tú?
(Continuará)
Segunda parte de la historia aquí.
Bravo Merche que cuenta más lindo, vamos que yo voy a hacer la receta este verano cuando me vaya a mi pueblo a ver si tengo la suerte y tengo tan bien mi duende.
ResponderEliminarFabuloso, me encanto, no sabes cuanto.
Y de nombre le pondría "Oliver"
Besos.
Me alegra que te haya gustado, anoto el nombre. Gracias.
EliminarUn abrazo. :)
Hola, Merche!!
ResponderEliminarMe ha encantado la historia de estos niños que hacen travesuras de niños, y es que el calor del verano, el tiempo libre y las pocas ganas de echarse la siesta dan para mucho.
Tendrá que haber segunda parte en la que se desvele el nombre del duende.
Hola, Noelia, sí, tendré que escribir segunda parte, ese duende no se puede quedar sin nombre. Gracias.
EliminarUn abrazo. :)
Hola, Merche.
ResponderEliminarPues el cuento a mí se me hizo muy corto. Está impregnado de la dulzura y las travesuras de los niños. Y ese final, nos puede dar mucho juego este verano, cada vez que veamos un Roble (si soy capaz de identificar uno) y la luna llena.
Por aquí creo que solo hay Pinos, así que yo lo llamaría PinoDangio, el duende de la garganta rota; para que me dé muchas ideas. 😉😝😂
Se me ocurre que, si no quieres tú darle la continuación, podías proponerlo para que los teatreros lo hagan en tu próximo reto. 😜👍🏼
Muchas gracias por una receta tan fantástica.
Abrazo grande.
Hola, José Antonio, jajajaja, el duende de la garganta rota, muy ocurrente. Le daré continuación. Gracias por las sugerencias.
EliminarUn abrazo. :)
Simpatiquisimo relato, muy dulce y tierno y con gran sorpresa y una interrogación, encontrarle un nombre a su nuevo amigo, gracias Merche, por las sonrisas que regala. Themis
ResponderEliminarGracias a ti, Themis.
EliminarUn abrazo. :)
Jejeje, a mí lo que me preocupa es que se enfade porque las nueces no estén buenas... y los duendes tienen un pronto muy malo además de ser muy traviesos...
ResponderEliminarGenial el cuento.
Un abrazo.
Ya te digo, tengo yo a uno por aquí, Naye, que es travieso, mal educado y adicto a la coca cola, así que no te quiero ni contar.
EliminarGracias por pasar.
Un abrazo. :)
Hola Merche, un cuento lleno de fantasía y ternura, casi casi una receta de amor para hacer ese duende. No se me ocurre un nombre para él pero tu eres buenísima para esto de los duendes. Creo que el relato merece continuación. Saludos.
ResponderEliminarHola, Ana, los nombres de los personajes es lo que más me suele costar, la verdad, pero bueno, al final creo que son ellos mismos los que se bautizan. Gracias.
EliminarUn abrazo. :)
Qué preciosidad de cuento, Merche! Muy apropiado mezclar niños con duendes en el relato. El género fantástico me apasiona .
ResponderEliminarEspero que pronto publiquen la segunda parte del cuento y conozcamos por fin el nombre del duende.
Un abrazo.
A ver qué se me ocurre para la segunda parte, Carmen.
EliminarGracias por interesarte.
Un abrazo. :)
que propuesta mas original, ¡una receta magica!, claro hay que tener cuidado con hacer mezclas de brujas, aqui al menos salio un duende amable. Pero no siempre va de ese modo con los libros de magia.
ResponderEliminarSí, la mezclas a saber cómo salen...
EliminarGracias por pasar, Jose.
Un abrazo. :)
¡Qué cuento más lindo! Cuánta ternura, cuánto amor, cuánta ilusión, magia. Este ha sido un cuento encantado sin lugar a dudas, más que amena su lectura, me ha impregnado de estrellitas de amor. Muchas gracias Merche, un abrazo mágico 🫂
ResponderEliminarGracias a ti, Maty.
EliminarUn abrazo. :)
Hola Merche, lo que menos habría imaginado es crear una receta para hacer un duende, muy bueno y original. El nombre pues no sé, quizás "El duende verde" un abrazo
ResponderEliminarHola, Nuria, no me gusta cocinar, así que, para mí, era la mejor receta, jeje.
EliminarGracias.
Un abrazo. :)
Pues yo le llamaría Duende Cito, por su pequeño tamaño (aunque en ningún sitio he leído que haya un tamaño determinado para ellos). La receta es muy seductora y seguro que el libro de cocina de la abuela sugiere otras recetas que pueden abrir puertas a mundos desconocidos y, por lo tanto, a una serie de episodios. No estaría nada mal.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu escrito.
Gracias, Marcos.
EliminarUn saludo.
Yo lo llamaría Goblin que es como se llaman a los duendes en otros países europeos y además es el nombre de una banda italiana de la que he hecho alguna reseña. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por pasar, Federico.
EliminarUn abrazo. :)
Hola Merche, es un cuento hermoso, muy tierno. Me recordaste a las siestas de verano de mi infancia, con mi hermano y las aventuras que inventábamos, me encantó.
ResponderEliminarel nombre, tengo que pensarlo.
Un abrazo.
PATRICIA F.
Hola, Patricia, muchas gracias por pasar y comentar.
EliminarUn abrazo. :)
¡Vaya con el recetario especial de la abuela! Je, je! Quien se podría imaginar que su propia abuela se trajera entre manos semejantes recetas? Nos has dejado con la intriga, pero enseguida sigo con la lectura de esta mágica historia! Un abrazote!
ResponderEliminarMuchas gracias, Marifelita.
EliminarUn abrazo. :)
Hola Merche, me ha encantado el cuento. Todo un derroche de imaginación esa receta. Espero la segunda parte. Un abrazo!
ResponderEliminarlady_p
Muchas gracias, Lady.
EliminarUn abrazo. :)
Hola Merche.
ResponderEliminar¡Una preciosa receta para crear un ser lleno de magia y dulzura! Estas cosas sólo pasan en verano y en casa de la abuela.
Me ha encantado el cuento y, desde luego, espero las aventuras de "Iratxogosea" (duende hambriento en euskera).
Un abrazo
Marlen
Hola, Marlen, la segunda parte ya está por ahí circulando, jeje. Muchas gracias.
EliminarUn abrazo. :)
Un cuento delicioso, Merche.
ResponderEliminarTodo originado, como tantas veces ocurre, por el aburrimiento que tienen los niños a la hora de la siesta.
Un fuerte abrazo :-)
Hola, Miguel, así es, yo era de esas niñas que en las siestas fraguaba historias...
EliminarUn abrazo..🤗