14 junio 2025

De fiesta.

 



David y Pedro eran compañeros de piso, ambos estudiaban en la Universidad y, de vez en cuando, realizaban trabajos esporádicos para ganarse algún dinero, más para sus vicios que para sus necesidades básicas pues estas estaban cubiertas gracias al dinero que le mandaban a uno y a la beca que tenía el otro. Estaban en su último año de carrera, a David, futuro ingeniero agrónomo, únicamente le quedaban un par de asignaturas y el proyecto final; Pedro, futuro arquitecto, trabajaba ya en dicho proyecto combinándolo con un máster al mismo tiempo. Se había esforzado mucho por la presión de la beca y había obtenido muy buenas notas durante todos los cursos, probablemente no tardaría en encontrar el ansiado trabajo y ver recompensados sus desvelos; sin embargo, él dedicaría al menos el año siguiente a viajar por el mundo, solo, con su mochila a cuestas, reflexionando sobre la vida y sobre lo que quería hacer después. David lo envidiaba, por sus notas, por querer irse solo de viaje, porque siempre tenía más chicas a su alrededor que él, por su beca, casi por todo, pero siempre se habían llevado bien hasta ese maldito día.

Era junio, acababan de terminar los exámenes y se preparaban para montar una fiesta en su apartamento que fuera recordada “por los siglos de los siglos”, como siempre decían. Habían quedado con los colegas de la Universidad, primero tomarían unas cervezas en su apartamento con unos pinchos y después saldrían por la ciudad. Ambos preparaban dicha cena fría en la cocina cuando entre broma y broma, David le echó por cara a Pedro que le había robado a la novia. Este se defendió diciéndole que no era su novia y que la chica lo prefirió a él, además de que solamente quedaron una noche sin llegar a más, pues la chica, al final, prefirió a otro del grupo. Entre cerveza y cerveza, el tono de voz comenzó a subir. A estas, se unió Neptuno ladrando (el perro de David que vivía con ellos en el piso) y rascando la puerta de la cocina, pues no le dejaban entrar a la misma. No se sabe quién dio el primer golpe, ni quién tiró la primera cerveza al suelo, pero después de media hora de voces, de platos rompiéndose y ladridos de perro, un gran estruendo lo calmó todo.

¡Madre mía! ¡Madre mía! No sé lo que he hecho, Neptuno. —Lamentó David saliendo asustado de la cocina.

Tenía toda la ropa manchada y su cara estaba blanca como la pared del pasillo. Neptuno, aullando, lo siguió por la casa, mientras él no dejaba de blasfemar, lamentarse y quejarse. “Era una pelea de broma, estaba bromeando”, repetía.

Debido al escándalo que habían formado, el timbre de la puerta comenzó a sonar. David cogió a Neptuno, que no paraba de ladrar, y se encerró con él en la habitación, se tiró al suelo y le pidió que se callara.

El perro, compungido, le daba lametones por la cara manchada, mientras David intentaba reaccionar. Por fin, el timbre dejó de sonar.

Vivían en el último piso de un edificio lleno de personas mayores, en su mayoría. Casi nunca habían tenido problemas con los vecinos, pues justamente ni a su lado ni debajo habitaba nadie, ya que sus dueños aparecían algún fin de semana o en vacaciones, justo cuando ellos no estaban. Por eso, alguna fiesta que otra habían celebrado en el piso, siempre teniendo cuidado de no hablar muy alto y de no poner la música a todo volumen. En general, habían sido unos buenos vecinos, aunque algún que otro residente no opinara lo mismo.

¿Qué hago, Neptuno? ¿Qué hago? —Repetía David una y otra vez, mientras se balanceaba en el suelo abrazado a su perro igual que un niño pequeño.

Neptuno, con el rabo entre las piernas, las orejas agachadas y los ojos brillantes, lo miraba con una mezcla de miedo, curiosidad y cariño al mismo tiempo.

Y así pasaron los peores quince minutos de su vida, escondido en su habitación, con la luz apagada y la puerta cerrada, hasta que el timbre de la puerta volvió a sonar acompañado de fuertes golpes a la misma y…

¡Policía! ¡Abran la puerta, por favor!

David comenzó a llorar, mientras Neptuno gemía.

De repente, tras unos instantes de incertidumbre, alguien abrió su puerta:

¿Estás ahí, David?

¿Pedro? ¿Eres tú, Pedro?

David salió corriendo de su escondite, con Neptuno al lado ladrando y saltando, se abalanzó contra su amigo dándole un cariñoso abrazo mientras la policía los observaba en el pasillo, incrédulos, junto a la vecina del tercero que los había llamado.

En un momento del juego o pelea, David tiró una lata a Pedro, esta dio en un mueble con puerta de cristal que se rompió en mil pedazos saltando sobre la cabeza de Pedro que se encontraba justo al lado. Este cayó al suelo y decidió hacerse el muerto para gastarle una broma a su amigo. David, al verlo, ni comprobó si era verdad o no y salió disparado de la cocina asustado. Pedro, muerto de risa, abrazaba a su amigo diciéndole: “esta te la debía”.

Tuvieron que disculparse con la vecina y con la policía por lo que habían ocasionado. Se alegraron de que no hubiera pasado nada, aunque la vecina no dejaba de repetir, una y otra vez, que “esto se veía venir”. Para avergonzar a la señora y dejar por sentado delante de la policía que eran buenos chicos, Pedro sacó su impecable historial de la Universidad y todos se fueron conformes.

David, instantes después, blanco y mareado, corrió al baño a vomitar, no solo la cerveza, sino también el susto que tenía en el cuerpo.



Mercedes Soriano Trapero
Foto: pixabay


16 comentarios:

  1. Muuuuuy bueno, me he hartado de reír, porque de verdad no me lo esperaba. En el último párrafo estaba yo esperando que Daniel matase a Pedro de verdad. 😂
    Un abrazo.

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    1. Gracias, Javier, sí, un poco de humor negro, jeje.
      Un abrazo. :)

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  2. Hola Merche, un relato con muy buen ritmo. Nos engañas al hacernos pensar que de verdad hubo un muerto. Me alegra que la cosa no haya pasado a mayores, puedo imaginarlos amigos por siempre. Me gustó. Saludos.

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    1. Hola, Ana, sí y creo que no volverán a hacerse bromas, jeje.
      Gracias.
      Un abrazo. :)

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  3. Este relato está más que gracioso, Merche. Tenían sentido del humor estos chicos, especial y macabro el de la bromita. Si se deciden en dar en adopción al perrito, me apunto. Un abrazo fuerte, Merche. 🌹🌹🌹

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    1. Gracias, Maty, les preguntaré si quieren dejarte un poco a Neptuno, jeje.
      Un fuerte abrazo. :)

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  4. Jajajajajajaj, al final te suelta la risa luego de estar conteniendo el suspenso que te va provocando y que hace que el estómago se hunda y guarde un exhalación que no sale y los ojos se agrandan mientras esperan el descenlace y al final, nace la risa que todo lo suelta, me encantó, abrazo ultra grande Themis

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  5. Buenas Merche!
    Cuanta tensión!! Lo he pasado yo peor que el perro!!, menos mal que al final nos hemos quitado el peso de encima, porque ya nos faltaba escondernos a todos en el baño con el.
    El momento del baño es de infarto pero cuando sale el otro riéndose.. que parece que lo haya escuchado decir: "te la debía bro..", vaya bromita no?...ahí... es cuando lo hubiera matado yo de verdad.
    Una fiesta así, sería inolvidable sin duda.. pero yo no le hubiera dado un abrazo jajaja
    Un abrazo criminala!!

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    1. Jajaja, qué criminal eres, menudo susto se llevó el muchacho, pero donde las dan las toman.
      Graciassssss
      Un abrazo. 🤗

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  6. Ahora, lo que tiene que hacer David es no envidiar nada a Pedro y, por si acaso, practicar el tiro con lata para no volver a fallar. :)

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    1. Gracias, Cabrónidas, les comentaré tus consejos, jeje.
      Un abrazo. :)

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  7. Finalmente todo quedó en una broma. Me recuerda mi época universitaria. Un abrazo.

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    1. Sí, una broma fuerte, jeje.
      Gracias, Federico.
      Un abrazo. 🤗

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  8. ¡Qué agobio para David, Merche! Creo que no pasará un susto mayor en su vida. En cuanto a la pelea, es de esas consecuencias que deja una larga convivencia, pero, si la amistad es buena, se soluciona.
    Un fuerte abrazo :-)

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    1. Sí, Miguel, una bromeja sin importancia, jeje.
      Gracias.
      Un abrazo. 🤗

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