¡Hola!
Os dejo el primer capítulo de Los Cuatro Órdenes, una historia llena de aventuras, con personajes fantásticos y un mundo irreal. Después de esta introducción se suceden tres partes impactantes que te harán no moverte del sitio hasta que lo termines, y cuando llegues al final desearás no haberlo terminado. ¿Te apetece leerlo?
INTRODUCCIÓN
El viento del norte soplaba de nuevo enfurecido. No daba tregua
a los habitantes de Eolum que, para sobrevivir, debían refugiarse
en las cuevas bajo las montañas; aquel que se atrevía a salir no
volvía jamás. Los vientos así lo habían predestinado y no queda-
ría nadie, si era necesario, hasta que los cuatro órdenes estuvie-
ran completamente restablecidos.
Dentro de su refugio, los pocos lugareños que quedaban sub-
sistían pasando penurias. Habían perdido todas sus posesiones,
lo poco que tenían e, incluso, la vida de muchos de ellos. Ni si-
quiera los dracos les podían ayudar, porque ellos también sufrían
la ira de los vientos si se atrevían a salir. Su especie, igualmente,
había sido mermada considerablemente.
El desánimo, por tanto, era generalizado..., solo una pequeña
eolu mantenía la esperanza, no solo por su actitud positiva, sino
también porque en la palma de su mano tenía una marca de na-
cimiento: una estrella con la inicial de cada orden en cuatro de
sus puntas, y cuando ella preguntaba a su draco qué significaba,
él siempre le contestaba lo mismo: “algún día lo sabrás, no seas
impaciente...”.
Pero Stell, que así se llamaba la pequeña, estaba cansada de
no poder salir al exterior; cansada de ver morir a tantos, cansada
de ese sonido infernal que los vientos provocaban..., así que,
aprovechando un descuido de su draco Galmam, se ató a una pie-
dra enorme que había en la entrada de la cueva y salió al exterior.
Apenas podía abrir los ojos, no solo el viento del norte so-
plaba enfurecido, sino también el viento del sur. Ambos unían
sus fuerzas formando remolinos. No podía avanzar, si se movía
saldría volando... No lo pensó dos veces y lanzó, a esos vientos,
un gran grito con todas sus fuerzas. Sorprendentemente, ambos
pararon momentáneamente. Stell abrió los ojos y vio que nada
se movía a su alrededor, ni siquiera ella, por lo que, de nuevo,
volvió a gritar diciendo:
―¡Basta ya! ¡Estamos cansados! ¡Esto no conduce a ninguna
parte!
Y, mientras gritaba, alzaba sus manos gesticulando fuerte-
mente y dejando al descubierto la marca de su mano (que siem-
pre llevaba escondida por recomendación de Galmam).
Sus gritos alertaron a todos que se asomaron a la entrada de
la cueva, junto con Galmam, justo en el momento en que ambos
vientos rodeaban a la pequeña, la alzaban suavemente al cielo
manteniéndola allí, mientras los demás instaban al draco Gal-
mam para que fuera a ayudarla, temiéndose lo peor. Galmam los
miró con frialdad diciendo:
―Su destino ha llegado...
En ese momento, Stell aterrizaba en el suelo divertida y los
vientos se retiraban completamente. Corriendo hacia su draco,
gritaba:
―¡Se marchan, Galmam! ¡Se marchan! ¡Los vientos se marchan!
―Tranquila, pequeña, tranquila ―dijo Galmam con ternura.
―Me han dicho que me obedecerán y que harán siempre lo
que yo diga... ¿por qué lo dicen, Galmam?
―Ven, tengo que explicarte algo.
Stell no lo sabía, pero ella era la elegida, la única que podría
pacificar los cuatro órdenes. Había nacido con ese fin y ahora
había llegado el momento de contárselo.
Disponible en eBay y en Amazon, en tapa blanda y en ebook.
No hay comentarios:
Publicar un comentario