María levantó la cabeza de sus dibujos y miró a su abuela, pensativa. Esta se afanaba en la cocina, limpiando los restos de la comida. Acababan de terminar de comer, su abuelo y su hermano pequeño jugaban en el salón, mientras que ella había ayudado a su abuela a recoger la mesa de la cocina en la que habían comido y se había quedado con su cuaderno de dibujo por si su abuela la necesitaba para algo más, como hacía todos los días (excepto los fines de semana que comían en casa con sus padres). Tras unos instantes de reflexión, preguntó:
—Abuela, ¿tú has trabajado alguna vez?
—¡Ay, hija! Llevo trabajando toda la vida, pero aquí en casa, creo que es a eso a lo que te refieres. Pero, ¿por qué lo preguntas?
—No sé, pensaba en mamá y si ella también pasaba la tarde con los abuelos.
La abuela sonrió, aunque más bien era una sonrisa triste, nostálgica.
—Los tiempos de ahora no son los mismos que cuando yo me casé y tuve a tu madre y a tus tíos. Entonces, no estaba bien visto que la mujer trabajara fuera de la casa, se debía atender al marido y a los hijos; y si alguna trabajaba fuera del hogar, ocupaba puestos precarios y sin ningún tipo de formación, lo hacían por necesidad, porque necesitaban el dinero. Hoy la mujer es independiente y tiene casi las mismas oportunidades que los hombres, siempre he inculcado a tu madre que debe depender de su propio trabajo y que debe estudiar para labrarse su futuro.
—Pero el abuelo te ayudaba, ¿verdad?
—Sí, el abuelo hacía todo lo que podía, pero no sabía, ni sabe, planchar por ejemplo.
—¿No? Mi papá sí sabe planchar y a veces yo le ayudo.
—Eso está muy bien… Antes no enseñaban a los hombres ninguna tarea del hogar, porque eso era propio de las mujeres.
—¿Y fregar los platos? ¿O lo hacía el lavavajillas?
La abuela soltó una carcajada.
—En aquella época no había lavavajillas —dijo entre risas—. Es un invento mucho más moderno, tampoco había lavadora, ni los robots esos que limpian solos, ni ordenadores, etc.
—Y, entonces, ¿quién hacía todo eso? ¿Tú?
—Claro, el abuelo o tu madre, me ayudaban…
—Entonces tú eres una máquina, abuela.
La abuela volvió a reír.
—Me hubiera gustado vivir en esta época, antes que ser una máquina, cielo, es muy bonito ver cómo el papel de la mujer se está igualando al del hombre; y tú vivirás una época todavía mucho mejor, en la que no exista ninguna diferencia, de ningún tipo, entre ambos, ya que, poco a poco, la sociedad está cambiando y así seguirá… Anda, deja tus dibujos y ayúdame a colocar los platos en su sitio —le dijo mientras le daba un cariñoso beso en la mejilla—.
—Espera abuela, estoy pensando…
La abuela la miró pensativa y risueña al mismo tiempo, finalmente María dijo.
—Y si el mundo está cambiando, ¿por qué dejamos las mujeres todavía que los hombres jueguen en la habitación de al lado mientras somos nosotras las que recogemos la cocina?
Sorprendida, la abuela no supo qué decir, se quedó quieta y callada, ella tenía razón… María, al ver que su abuela no decía nada, se levantó y se fue al salón. A los pocos segundos, su abuelo y su hermano aparecieron y sin decir nada se pusieron a colocar los platos.
—Venga, abuela, ahora nos toca a nosotras jugar, vámonos al salón…
Muy bueno, me encanta que al final los hombres entran para limpiar, esa es otra diferencia a tiempos pasados, ya muchos no sienten que se les va a caer "algo" por ayudar en casa. Hay más conciencia, creo, aunque falta muuuucho.
ResponderEliminarExcelente relato Merche. Saludos.
Sí, todavía falta mucho. Gracias Ana. Un abrazo. :)
EliminarTodos los caminos se hacen con un primer paso. En este caso ya se ha dado pero yo no veo el final. A veces creo incluso que desandamos...
ResponderEliminarFalta mucho todavía. Gracias por tu comentario. Un abrazo. :)
EliminarBueno y te bueno! Ya es justo caray! Aparte de bueno Merche, mereciste un premio! Bueno, no me extraña nada.
ResponderEliminarYo creo que sí han cambiado las cosas a favor, aunque aún el cambio no es total.
Un abrazaso!
Muchas gracias Maty. Un abrazo. :)
Eliminar*re bueno
ResponderEliminarQué forma más bonita y tierna de tratar el tema de la igualdad, desde los ojos de una niña en comunión con su abuela. Felicidades, Merche. Me ha encantado! Feliz domingo.
ResponderEliminarMuchas gracias Mayte, que pases un buen domingo. Un abrazo. :)
Eliminar¡Qué bonito! ¡Cuánto me gusta María y la madurez que demuestra!
ResponderEliminarQuiero una María en mi vida jajaja.
Besos.
Muchas gracias Carmen. Un abrazo. :)
Eliminar¡Qué ternura!, de relato y con una muy buena enseñanza, hermosa la niña y sus planteos, abrazo muy grande
ResponderEliminarMuchas gracias. Un abrazo. :)
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