Monólogo para el reto del microteatro de mayo
Se abre el telón
El escenario simula el carromato de un payaso en un circo. El protagonista está sentado delante del espejo, se maquilla, mientras lee unas hojas que tiene al lado:
Cuando era pequeño, en mi familia, solo había tristeza. Todos los días veía a mi madre llorar, a mi hermano menor llorar, mi padre no estaba y yo me tragaba las lágrimas. No sé por qué lloraban, ni mi madre ni mi hermano, hoy, muchos años después, puedo entenderlo. El caso es que nací en un ambiente triste, nostálgico, frustrante y nada acorde para dos niños. Mi hermano, de hecho, acabó suicidándose al día siguiente de cumplir los 18 años, justo un mes después de morir mi madre por una sobredosis de ansiolíticos. Sabía que todo aquello me influiría, para mal, en mi vida, en mi desarrollo y en mi futuro, por eso decidí que sería feliz, que lucharía todos los días de mi vida por eso, por ser feliz y que, intentaría, por todos los medios, reír todos los días. No me quedó más remedio que coger esta profesión y así me aseguraría de que las risas estarían presentes en mi vida.
Las risas sí, pero no la felicidad. A pesar de que he hecho feliz a mucha gente, me consta, y que, gracias a mis payasadas, he aliviado el malestar de alguna que otra persona, yo mismo no he sabido potenciar en mí ese estado de felicidad. Si bien, después de la función, mi ánimo es positivo y alegre; con el paso de las horas, caigo en un estado depresivo que solo se alivia, en parte, cuando vuelvo a pintarme la cara. Supongo que es algo que va en los genes y no puedo quitarme de mi cabeza las lágrimas de mi madre y de mi hermano. No los culpo, pero ¿por qué mi madre no intentó ser más fuerte, por nosotros, dejar de llorar y mostrarse alegre? ¿Por qué no pensó en sus hijos en algún momento? Tanto en sus días de llantera como después cuando se atascaba a pastillas y no comía otra cosa en todo el día, ¿por qué no puso los medios para no dejarnos ese ejemplo? ¿Por qué?
No sé las respuestas, ni tampoco ningún profesional me las ha sabido responder. Era así, pasó, no se encontraba bien, sufriría también en su infancia, etc., etc., etc. Eso es lo que me dicen, pero el problema sigue estando ahí.
Yo no he querido tener hijos, no he querido que nadie me viera flaquear, ni tampoco condenar su futuro por mis propias decisiones. Hoy en día se tienen hijos como si fueran mascotas y luego, cuando esa persona crece, que se ocupe la sociedad de sacarlo hacia delante, así ocurre luego, no hace falta nada más que ver las noticias... No quiero entrar en eso, no es mi tema.
Mañana me jubilan, sí, me jubilan, dicen que con 70 años ya estoy viejo para dedicarme a esta profesión. Aunque me dejan que me quede en el circo cuidando a los animales y haciendo labores de mantenimiento si quiero, sin cobrar claro, como un mueble más.
Esto que estoy escribiendo será mi discurso de despedida en mi última función.
Quiero hacer balance y por eso lo estoy escribiendo, y sí hay un gran balance de risas, pero no mías; un gran balance de alegrías, pero no mías; un gran balance de felicidad, pero no mía. Los expertos dicen que la felicidad completa no existe, que solo existen momentos felices y es a lo único que podemos aspirar los humanos, ¿en serio? Y que la mayor felicidad que se puede tener es ayudando a los demás, esa cara feliz nos proporcionará también a nosotros la felicidad, ¿en serio?
No quiero ser feliz un momento, no quiero ser feliz solo por ayudar a los demás, quiero ser feliz siempre, ¿qué sentido tiene la vida si no es así? Que me perdonen los expertos, pero no me creo esas teorías...
He escrito páginas y páginas hablando de lo mismo, haciéndome preguntas que no he sabido responder. He leído miles de libros intentando buscar respuestas. Ninguna respuesta, nada.
Quiero pensar que la felicidad es algo más que todo lo que te cuentan, quiero creer que es un estado maravilloso en el que la persona vive independientemente de su estado, condición, profesión, etc. Quiero creer que existe, quiero creer en ella por encima de todas las cosas y no solo un momento. ¡Quiero ser feliz!
Se baja el telón
Al día siguiente de la función en la que el payaso triste, como era mundialmente conocido, se despedía, los periódicos publicaban ese escrito que había hecho para despedirse. Con él anunciaban al mismo tiempo su muerte, fruto de un paro cardíaco horas después de la función. Eso dijeron los médicos, pero en su mesilla de noche se encontraron multitud de pastillas que, con total probabilidad, había ingerido antes de esa última función.
Te felicito de tu actuación, has escrito un relato genial. Qué verdades has contado y cuanta ilusión has dejado. y también tristezas. eso es la vida, todo un conglomerado de emocines.
ResponderEliminarUn besazo Merche.
Muchas gracias, Campirela.
EliminarUn abrazo. :)
Creo que un factor comun en los payasos y comediantes en general es que llevan una vidas ... TRISTES
ResponderEliminarquizas solo mientras son payasos, asi vestidos y maquillados se permiten ser felices, pero es una felicidad, ¡artificial!
Que relato mas interesante.... me tuvo agarrado de principio a fin.
Así es, Jose, es lo que quiero transmitir con el texto. Muchas gracias.
EliminarUn abrazo. :)
Es una historia bien real porque el suicidio así lo es. Aún habrá quienes cuestionen y juzguen, ignorantes y osados, la decisión del payaso.
ResponderEliminarGracias por pasarte.
EliminarUn abrazo. :)
Qué bello y qué triste al tiempo tu relato, Merche. Y cuánta razón hay en él.
ResponderEliminarMe ha enganchado desde el principio.
Gracias por tus letras.
Abrazo.
Gracias a ti, Carmen, por pasar.
EliminarUn abrazo. :)
Me recordó la película Balada triste de trompeta. Y es que el payaso triste no logró asumir que debía jubilarse. Toda una vida dedicada a hacer feliz a los demás... La vida es así un sin fin de emociones. La imagen elegida me encantó. El texto y su contenido más aún. Triste y precioso Merche. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarGracias a ti, Nuria, por pasar.
EliminarUn abrazo. :)
¡Qué bárbara Merche! Cuánta sensibilidad, cuánto dolor, cuánta vida! Aquí en tu relato he encontrado una fuente de depuración de mis sentimientos. Un gran abrazo, felicidades!
ResponderEliminarMuchas gracias, Maty, me alegra que te gustase.
EliminarUn abrazo. :)
Enorme texto, qué vida más dura la de ese payaso. El final es magnífico, muere.
ResponderEliminarUn abrazo
No consigue ser feliz, a pesar de todo...
EliminarGracias, Albada.
Un abrazo. :)
Siempre me he imaginado mucha tristeza debajo de las pinturas de la cara de un payaso. Un abrazo.
ResponderEliminarY tal vez es así, Federico. Gracias.
EliminarUn abrazo. :)
El payaso triste no llegó a descubrir que la felicidad no es un estado, sino el camino, hermoso y muy melancólico relato, con muchas emociones encontradas y profundas. Abrazo grande Merche y gracias. Themis
ResponderEliminarGracias, Themis.
EliminarAbrazo. :)
Merche, un relato muy triste, pero que pone el dedo en la realidad de muchas profesiones donde se trata de hacer felices a los demás sin importar nada más. La de payaso, creo es una de las profesiones más difíciles, precisamente por ese detalle. A pesar de sentir una gran pena o dolor deben salir a hacer felices a los demás, sin ellos poder arrimarse un poquito de esa felicidad (claro, no en todos los casos ni todo el tiempo). En fin, me gustó mucho. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Ana, me alegra que te gustara.
EliminarUn abrazo. :)
Un texto impactante, Merche.
ResponderEliminarPartiendo del tópico del payaso triste has profundizado en la condición humana y en esa dualidad entre felicidad y tristeza, lo que surge de dentro y lo impuesto desde fuera, lo que queremos y lo que tenemos y lo que buscamos y lo que encontramos. Felicidades.
Un fuerte abrazo :-)
Sí, salió muy reflexivo. Muchas gracias, Miguel.
EliminarUn abrazo. :)