Relato para el concurso del blog iadictodigital.com
Hace un año, tres meses y nueve días que rompí el espejo del baño. Estaba limpiando y, de repente, cayó sobre el lavabo rompiéndose en mil pedazos.
―Ya era hora de que se rompiera, vaya cosa fea de espejo. Pero como eres tan remilgada, todavía estoy esperando que me agradezcas el pequeño empujoncito que le di. ¡Desagradecida!
No soy supersticiosa, pero…, después, ese mismo día, me caí por las escaleras de mi casa y me hice un esguince. No fue mucho para lo que me podía haber pasado.
―Y tampoco me lo agradecerás, tuve que ponerme entre el último escalón y tu cuerpo para que no te rompieras los piños. De verdad, no he visto persona más desagradecida que tú.
Me recuperé pronto, aunque las desgracias continuaron. Una semana después, mi perro se escapó y no he vuelto a saber nada de él.
―¿Ese saco de pulgas? ¡A cualquier cosa le llamas perro! Todavía no sé qué interés tenías con él, si solo sabía ladrar, dormir y comer, en ese orden. Me tenía los oídos atronados y los nervios destrozados con tanto guau. Era él o yo, no quedaba otra. Así que le abrí la puerta de atrás, ¡oye!, que a gusto me quedé.
A continuación el coche, en los cinco años que tiene ni una avería había sufrido, ningún problema. Y un día me dejó tirada, el embrague. Una pestañita, menos mal que no fue el pedal entero, me hubiera costado una pasta.
―Estaba simulando que era piloto de fórmula uno mientras ibas al trabajo y se me fue el pie, sin zapatos no se puede. Pero la culpa no fue mía, era de plástico malo ese pedal. Cuando te compres un coche bueno no se romperá. A ese le quedan dos telediarios, ya verás.
También perdí el móvil, con números de clientes, fotos importantes. Pude recuperar algo, gracias a la compañía telefónica, pero no todo, por desgracia.
―Es que no me dejabas jugar al Candy Crush, jolines, tuve que llevármelo, es prioritario, voy por el nivel 252.
Y en la casa no dejan de pasar cosas: el bote del azúcar que desaparece cada dos por tres; la comida de la nevera vuela; los frutos secos aparecen desparramados por el sofá; la tele se cambia sola; el aire acondicionado se enciende solo y un largo etcétera.
―Pero como no voy a encender el aire acondicionado, me tienes asado, aquí hace más calor que en Marte y mira que allí te acabas acostumbrando cuando te sacan un licorcito de los suyos, de esos de volcán, tan ricos, pero aquí, uufff, el calor es agobiante… Ah, tienes que comprar más limonada, se ha acabado.
No ha sido todo lo anterior lo peor, ni mucho menos. Desde hace un año, tres meses y nueve días, oigo una voz, constantemente. Me dice lo que tengo que hacer, lo que tengo que comprar e, incluso, me regaña por no poner tal o cual canal y por limpiar la casa. ¡Me estoy volviendo loca!
―Es que no puedes estar a todas horas viendo el Telecinco ese, es patético, y las series de amor, besitos, besitos y poco más, ¡puag, qué asco! Yo quiero ver deportes, fórmula uno, lucha libre y, como mucho, algún programa de cocina.
Me han dado la baja, no duermo y no puedo contarle a nadie lo que me pasa, ¡van a decir que estoy loca! El lunes voy al psicólogo, me va a ingresar en el manicomio seguro.
―Pues sí, como se te ocurra decirle lo que oyes, te mete en el loquero… Yo de ti no iba. ¡Pon el canal internacional de deportes y deja de decir tonterías, anda!
―¡Basta! ¡Basta ya! ¡Por favor! ¿Quién eres? ¿Qué eres y qué quieres de mí?
―¡Qué humos, hija! Pues no que me ha asustado la tía… Te lo he dicho mil veces, pero como no me haces caso. Soy Mirlo, el duende de los espejos, y cuando tu espejo se rompió, con un poco de ayuda mía, por supuesto, me liberaste y ahora vivo contigo.
―Los duendes no existen, ¿y por qué no te veo?
―Otra vez, la cabecita te la tienes que mirar, ¡eh! Porque no crees en mí, cuando creas en mí, me verás. Mira, ahora solo ves el plato, ¿qué hace?
―¡No lo rompas, por favor, me estás dejando sin vajilla! Y era de mi abuela…
―La abuela no tenía buen gusto, vaya plato feo y anticuado…
―¡Está bien, está bien! Para, Milo o como te llames…
―Mirlo.
―Pues eso. Voy a concentrarme y cierro los ojos y entonces te apareces, te veo y te marchas, ¿vale?
―Tú misma.
―¡Mierda! No te veo, pero no, no tires el plato. A ver, te escucho, dime, ¿qué quieres de mí?
―Soy tu protector…
―¿Protector? Ja, ja, ja, ja… Pero si no dejan de pasarme accidentes.
―A mí no me hace gracia. Es que eres una debilucha…
―Ah, vale, ahora voy a tener yo la culpa de que se rompiera el espejo.
―Claro, si no limpiaras…
―Bueno, da igual, ¿y por qué no te vas? Yo prefiero estar sola, no te lo tomes a mal, pero la vida contigo es muy complicada.
―No te lo han dicho nunca, ¡eres una desagradecida!
―Sí, tú, a todas horas.
―Cualquier otro humano pagaría por tenerme en su vida.
―Pues yo te regalo, fíjate.
―Mira que me voy…
―No serás capaz…
……………………………………..
―Oye, tú, Mirlo o como te llames, hace dos minutos que no te oigo. Mira, he puesto Telecinco… Ya sé, voy a abrir una limonada, la tenía escondida para que no te la bebieras… ¿Mirlo? ¿Mirlo? No me puedo creer que te hayas ido de verdad… Voy a dar una vuelta, he visto que hay una exposición de fórmula uno en la ciudad…
―¿Dónde? ¡No he oído nada!
―¡Ajá! ¡Te pillé! Sabía que no te habías ido…
―No puedo irme, desagradecida, hasta que no complete mi misión contigo.
―¿Y esa misión cuál es?
―No puedo decírtelo.
―¿Algo grave?
―No demasiado.
―¿Eres como un hada madrina o algo así?
―¡No me vuelvas a comparar con esa cosa rosa con varita! Ni se te ocurra, y como lo hagas me voy de verdad y que te rescate el gato.
―Ja, ja, ja, ja. Eso, ¿por qué con el gato sí te llevas bien?
―Fácil, nos ignoramos mutuamente. Además, le queda poco…
―Mirlo, ¿eres marrón, con pelo como de osito de peluche y estás tumbado en el sofá mirando el techo y jugando con las borlas de los cojines?
―¡Sííííí, por fin, puedes verme! Esto es señal de que empieza lo bueno. Yo que tú me apartaba de la ventana.
―¿Por?
―No preguntes tanto, hazlo.
Hoy, en noticias a las tres, veremos un extraño suceso: un camión sin frenos se estrelló en el día de ayer contra una casa. La dueña de la misma ha resultado ilesa; no así su gato que descansaba en el alféizar de la ventana.
Quítate la idea de la mente, bien que lo has escrito, arteterapia pura. A mí ayer se me rompió una copa, pero agradecí que no se le rompiera el condón a mi hijo adolescente jajajajajajajja. Le ponemos actitud y humor. Abrazo !!!
ResponderEliminarJajajajajajajajajajaja
EliminarMuchas gracias por tu comentario, me ha hecho reír, no hay duda.
Un abrazo. :)