A sus pies me postro señora. Le imploro lea la siguiente carta que con tanta cautela le escribo.
Ruego a vuesa merced que tenga a bien concertarme un encuentro. Como puede comprobar por este retrato que mi gran amigo Doménikos ha pintado, soy un caballero apuesto, serio, honesto, bien parecido, humilde y dispuesto, por vuesa merced, mi patria y mi rey, a tomar la espada si fuera menester.
Le otorgo mi corazón, el que palpita por sus encantos y ansía ser merecedor de su amor.
Hasta ahora solo sus desaires he conseguido, pues siempre de su doña va acompañado y yo, humildemente, solo quiero mostrarle lo que soy y aquí puede verme.
Perdonadme la osadía, si así lo aprecia vuesa merced, y si no contesta a esta misiva y, de nuevo, sus olvidos me guardan, me retiraré a mis aposentos a redimir mi pena y, aunque me cueste los días, los años y hasta, quién sabe, mi vida entera, la olvidaré de igual manera y no volveré a quebrantar sus desvelos ni a molestarla con mis cuitas.
Quedo a bien esperarla, la esperanza me guarda y confío en que encuentre en mí al caballero de sus pensamientos o, incluso y Dios quiera que así sea, de su corazón y si así fuere me lo pueda comunicar a la máxima brevedad posible pues el tiempo es un mal enemigo cuando de amores se viste.
Tuyo por siempre: el caballero de la mano en el pecho.
Mercedes Soriano Trapero
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